Gerardo Santos Rayo
Ellos vencieron al fascismo es un documental sumamente emotivo y desgarrador en el que varios combatientes de la Segunda Guerra Mundial cuentan lo tormentosa que fue aquella experiencia. El documental fue realizado por el mexicano Raúl Fajardo en diferentes ciudades rusas. Sin duda es un homenaje tardío pero merecido para los entrevistados y en general para quienes vivieron ese periodo. Sin embargo, es una producción reciente que no tiene una gran difusión ni ha sido presentado en cines comerciales. Ello se debe al cuestionamiento de una mitología occidental basada en la publicidad y las películas comerciales.
Las potencias occidentales después de la Segunda Guerra Mundial difundieron en las aéreas de influencia capitalista, la falsa idea de que si la guerra llegó a su fin se debió a la intervención de Gran Bretaña y Estados Unidos. Pero dicha interpretación no tiene sustento, además de que surgió en un contexto específico de la Guerra Fría.
El fascismo en sus versiones italiana y alemana era visto con buenos ojos por las potencias occidentales porque aquellos eran proyectos abiertamente contrarrevolucionarios y anticomunistas. Mientras que por un lado la Unión Soviética se industrializaba también crecía como ejemplo alternativo de otro proyecto posible para las poblaciones. Y pese a violar los tratados de Versalles respecto al rearmamento, Alemania no fue limitada, y de hecho desde 1936 ya había comenzado una campaña de expansionismo militar agresivo que fue solapado por los vencedores de la I Guerra Mundial.
Alemania, la cuna de los grandes filósofos ilustrados y románticos, el ejemplo de la tradición filosófica más importante de Europa fue secuestrada por un puñado de paramilitares, asesinos, lúmpenes, anti-semitas, anticomunistas, xenófobos y racistas que veían mayor peligro en los comunistas que en los fascistas. El fascismo se nutrió principalmente de la descomposición social producto de la Gran Guerra, y mediante el sentimentalismo exacerbado y la fe en un dirigente hizo creer a grandes sectores de la población que ellos eran la solución. De ahí que el fascismo acarreara un bajo nivel teórico entre sus partidarios y dirigentes y que surgieran como solución en medio del torbellino de la crisis económica y de la traición de la Socialdemocracia alemana y el sectarismo del Partido Comunista Alemán.
El pacto Ribentrop-Molotov firmado el 23 de agosto de 1939 fue el acuerdo estratégico entre la Alemania hitlerista y la Unión Soviética para no atacarse mutuamente en el caso de una guerra muy cercana. El expansionismo militarista alemán derrocó a un gobierno francés que se desmoronaba fácilmente entregando París y con ello, a la población al exterminio sistemático nazi.
Pese al pacto de no agresión, los nazis invadieron la Unión Soviética el 22 de junio de 1941 sin previa declaración de guerra. Lo que ocasionó una serie de derrotas militares inmediatas y el asesinato de población civil por donde pasaban los alemanes. Mientras una guerra abiertamente contra los soviéticos se desataba y tomaba dimensiones sin precedentes, los estadistas occidentales sólo contemplaban. De hecho Estados Unidos peleaba contra Japón, pero no hacía ningún intento por luchar contra los hitleristas pese al llamado de Stalin de abrir un segundo frente.
El segundo frente, o frente occidental se abrió hasta 1944 cuando los alemanes iban de derrota en derrota y cuando los soviéticos ya habían ganado la batalla de Stalingrado. El pueblo soviético tuvo que resistir la más grande tormenta que azotó sus territorios con una fuerza devastadora, dejando muerte y sufrimiento por donde pasaba. Los más de 20 millones de muertos de la Unión Soviética reflejan por un lado la torpeza de Stalin para dirigir las operaciones militares, y por el otro, la falta de compromiso antifascista de las potencias occidentales, incluso en plena guerra.
La Gran Guerra Patria, como fue caracterizado dicho conflicto por los mismos soviéticos, arrancó lágrimas de los ojos más nobles, estrujó los corazones más fuertes y estremeció los ideales más nobles. Y pese a que el cielo fuera completamente obscuro y la lluvia oliera a muerte, los diferentes pueblos soviéticos albergaban en su ser la esperanza de destruir al invasor, de acabar con los nazis fascismo y con ello, librar a la humanidad de ese proyecto social tan nefasto y odioso que representaba el fascismo.
Vale la pena recordar a esos 20 millones de muertos, a los muertos de todos los tiempos y de todos los lugares, los de hoy, los de ayer, que han combatido al fascismo en su múltiples manifestaciones y contextos, en diferentes épocas y que con su vida intentaron construir un mundo más humano y menos excluyente. Vale la pena recordar a todos aquellos muertos y vivos de quienes no se conocen sus nombres pero colectivamente hicieron la diferencia entre un mundo fascista y uno antifascista.
El 9 de mayo se debe de recordar cómo el pueblo soviético venció al nazismo. Porque de no hacerlo se corre el riesgo de que los enemigos de todo ese pasado hoy sigan ondeando sus banderas reivindicando el fascismo en Rusia, en Ucrania, y en muchos otros pueblos exsoviéticos, y con ello, olvidando su pasado.
Entonces recordemos el 9 de mayo de cada año, en cada lugar, con cualquier persona a aquellos hombres y mujeres de los que no queda más que su victoria en el año de 1945 como la experiencia más fuerte, la más violenta, pero la más filantrópica. Porque como decía Walter Benjamin “encender en el pasado la chispa de la esperanza es un don que sólo se encuentra en aquel historiador que está compenetrado con esto: tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo, si éste vence. Y este enemigo no ha cesado de vencer.”
Los soviéticos…ellos, vencieron al fascismo.