Por Daniel Ocampo
El ataque militar unilateral que Israel lanzó la madrugada del 12 de junio de 2025 contra Irán, dirigido específicamente a instalaciones nucleares, fábricas de misiles, científicos nucleares y altos funcionarios militares, así como sus familias, no es un acto fortuito, tiene su origen en la aceleración del camino para reconfigurar un nuevo orden mundial que inició el 25 de enero de 2025.
Este cambio venía gestándose desde la primera administración de Donald Trump y se vio truncado por la pandemia. La iniciativa para negociar un nuevo pacto nuclear entre Washington y Teherán es pieza clave para reconfigurar. Este no es un tema nuevo, en 2015 se firmó el Plan de Acción Integral Conjunto, mejor conocido como Pacto Nuclear.
Durante la segunda administración del presidente Barack Obama se firmó este acuerdo entre Irán y el G5+1; Rusia, China, Francia, Reino Unido, Alemania, Estado Unidos con la supervisión de la Unión Europea. El plan tenía un objetivo; levantar las sanciones económicas impuestas a Irán, a cambio de su compromiso de limitar el enriquecimiento de uranio, clave para la creación de armamento nuclear. De acuerdo con sus firmantes; el plan traería estabilidad al mundo y sobre todo a la región.
Tres años después, en mayo de 2018, el presidente Donald Trump retiró a Estados Unidos de este acuerdo al considerarlo “muy ventajoso para Irán”, acusando que fue influido más por el Premio Nobel de la Paz otorgado a Obama que en beneficio de los intereses de Estados Unidos. Con ello, la administración Trump reanudó el bloqueo económico a Irán. A pesar de que la Agencia Internacional de Energía Atómica aseguró el pleno cumplimiento de los compromisos por parte de Irán.
Por su parte Teherán se mantuvo en el Pacto hasta enero de 2020, después de que el líder de la fuerza de élite de la Guardia Revolucionaria de Irán, Qasem Soleimani, falleciera debido a un ataque de Estados Unidos y que, de acuerdo con el Pentágono, fue instruido desde la Casa Blanca por considerarlo el mayor terrorista del mundo.
Soleimani fue el hombre clave en la vinculación entre Teherán y los grupos proxys que existen en la región como Hezbollah en Líbano, Hamas en Palestina y Houthis en Yemen. Además se le atribuye el diseño de la estrategia que ayudó al presidente Bashar Al-Asad contra las fuerzas rebeldes de Siria así como las milicias chiitas en Irak.
Ese mismo año se llevó a cabo un hecho insólito; los acuerdos abrahamicos con el objetivo de reconocer a “Israel como un Estado, así como el derecho de Israel a ejercer la soberanía sobre ese territorio y establecer relaciones diplomáticas”, por parte de Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos. Indirectamente estos acuerdos culminaron el establecimiento de un marco de cooperación entre Israel y Arabia Saudita así como la creación de una alianza regional contra Irán.

Al mismo tiempo y derivado de las sanciones que se le reimpusieron en 2018 tanto Irán como China fortalecieron su alianza: el comercio no petrolero entre estas dos naciones en 2024 alcanzó los 34,100 millones de dólares, China fue el principal destino de las exportaciones iraníes, se sitúa como el segundo mayor proveedor de bienes al país y en temas energéticos, los envíos diarios de petróleo crudo de Irán a China alcanzaron los 1,91 millones de barriles en el primer trimestre de 2025 y al menos 1,8 millones de toneladas de petróleo iraní llegaron a China en marzo de este año.
Las exportaciones de petróleo iraní alcanzaron su nivel más alto en 6 años, principalmente a China. A pesar de los bloqueos, la producción energética iraní no se vio afectada. En 2022 se produjeron 2.5 millones de barriles de petróleo al día, en 2023 los 3.9 millones de barriles diarios. Este crecimiento podría llevar la media diaria hasta los 7 millones de barriles en menos de diez años.
Los ataques de Israel a Irán coinciden con la inauguración de la línea ferroviaria de carga que conecta Xi’an, China con Aprin, Irán y que revive la ruta de la seda China y con ello reafirma su zona de influencia evitando así las zonas dominadas por Estados Unidos como el estrecho de Ormuz y el canal de Suez. Además de conectar las cadenas de suministro chinas esta ruta conecta con Rusia, India, Siria, Irak y Turquía.
Por el lado occidental, una de las promesas de la primera campaña presidencial de Donald Trump fue impulsar la producción petrolera estadounidense y lograr la independencia energética. Esta administración retira a Estados Unidos del Acuerdo de París y aumenta el auge del fracking.
Trump también reactivó el oleoducto Keystone XL y, con el apoyo del Congreso, abrió el Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico en Alaska para la perforación petrolera a pesar de la oposición. Y para 2023 la producción estadounidense de petróleo crudo superó los trece millones de barriles diarios por primera vez, lo que convierte a Estados Unidos en el mayor productor mundial de este producto.
En este mismo bando, Israel ha pasado a ser una potencia regional en el campo energético gracias al hallazgo de grandes yacimientos en la última década. Una estrategia energética, económica y diplomática que le ha ayudado para consolidar sólidas alianzas con Grecia y Chipre traducidas en el acuerdo para la construcción del gasoducto EastMed que han servido para suministrar gas a Europa y que derivado de la invasión rusa en Ucrania y la necesidad de disminuir drásticamente la dependencia energética de Rusia ha sido vital para Bruselas como para Tel Aviv.
En el ámbito nuclear el 20 de junio Abbas Araghchi, el Ministro de Exteriores del gobierno de Irán, anunció en Ginebra que su gobierno está dispuesto a considerar la diplomacia “una vez que se detenga la agresión y (…) que “el programa nuclear de Irán es pacífico y siempre ha estado bajo las salvaguardias y la supervisión del OIEA.” Lo que abre nuevamente la posibilidad de replantear un Pacto nuclear al menos por parte de Teherán.

Como primera conclusión, es importante señalar que el conflicto entre Irán e Israel es la antesala de una disputa mayor; la hegemonía mundial entre China y Estados Unidos.
Esto se ve evidenciado en la reciente tregua entre Irán e Israel, anunciada el 23 de junio por Donald Trump, luego de 12 días de ofensiva por ambos bandos. Una paz de cristal que en primer lugar se inserta en las defensas de las rutas comerciales y con ello en la proliferación de armas nucleares, necesarias para ejercer poder en la región. En segundo lugar, esta paz se genera mientras los ataques a la población civil de Gaza por parte de Israel no han cesado, lo que genera al menos dos dudas: ¿existen conflictos más importantes que otros? ¿Lugares donde vale la pena mantener la paz y otros mantenerlos en guerra? ¿La paz se administra?
En 1980 Pierre Vilar advertía en su obra “Iniciación al vocabulario del análisis histórico” que el origen de la Primera Guerra Mundial no descansa en el asesinato de un archiduque en Sarajevo sino en la expansión de los estados europeos.
Al igual que en todas las guerras y conflictos lo importante no es centrarse en la comparación armamentística de ambos bandos, ni tampoco desorientar el origen del conflicto a diferencias religiosas ni tampoco valores o características de cada sistema político. El punto central del conflicto es el ascenso del imperialismo, íntimamente relacionado con el capital internacional.
En caso de que se genere la Tercera Guerra Mundial, será por y para perpetuar las ganancias de cualquiera de los dos bandos que a su vez servirá para reacomodar el equilibrio de poder a nivel mundial.