Por: Tiyako Felipe y Tlaliztitzin Arellano
La “fiesta de los muertos” ya inició en la Ciudad de México y en los rincones más apartados de nuestro país. Por todos lados ya huele a cempasúchil y las calles de la ciudad se van pintando poco a poco de ese amarillo/naranja muy particular. Sin faltar a la cita la flor de terciopelo y su característico color morado o purpura. En casi todos los mercados y calles vemos las tradicionales flores para el festejo y el agasajo de la visita que está por llegar. El Xantolo, Santoro, Día de Muertos, Fiesta de los muertos o Fieles Difuntos es una de las expresiones culturales más emblemáticas y diversa de la cultura mexicana. Ella nos da cuenta de la relación dialéctica de la vida y la muerte en una civilización. En Santa Ana Tlacotenco, alcaldía de Milpa Alta, la fiesta inició el 29 de septiembre, día de San Miguel Arcángel. Ese día las familias acuden al panteón a dejar las primeras flores de cempasúchil “para invitar” a sus seres queridos a la fiesta y hacerles saber que ya los esperan los primeros días de noviembre.
Don Hilarión Morales Corona, un profesor de artes y diseño ya jubilado después de 30 años de docencia, desde hace tiempo y ahora con más persistencia dedica su vida a la agricultura y la difusión de la cultura náhuatl en su pueblo natal. ¡Ahora trabajo más que antes! Dice don Hilarión aludiendo a la siembra de sus parcelas y las diversas actividades de promoción cultural a las que se dedica por el puro interés de difundir y preservar la oralidad, la danza, el saber campesino y la lengua náhuatl de la que es un orgulloso hablante.
Este año, Don Hilarión nos abrió la ventana a sus saberes campesinos para poder dimensionar la riqueza cultural de Santa Ana Tlacotenco. A partir de su pequeña parcela de flor de cempasúchil, ubicada en el predio llamado Textitlalitzintli, tuvimos la oportunidad de mirar a la dimensión cultural de larga data de un pueblo originario en la ciudad. El pequeño cultivo de flor de cempasúchil para consumo familiar, a primera mirada pareciera un espacio reducido, pero en cuanto la oralidad hace su magia, lo pequeño se convierte en un universo complejo de códigos culturales que pasan por el arte de la agricultura y su profundo significado para una sociedad. Por ejemplo: la siembra se debe hacer el 24 de junio, día de San Juan. También ese día se ofrenda y danza en la cueva Tunalojko (camino al sol) para que lleguen buenas lluvias y cosechas.
Caminando entre las flores de cempasúchil y el maizal fueron apareciendo los saberes tradicionales que pasan por el arte de cultivar, seleccionar las semillas, preservar la lengua nauatl para nombrar el mundo; hasta la reflexión profunda de los topónimos, las historias y las leyendas de un rinconcito de la ciudad.
Hablemos de cempasúchiles, en plural
En el presente, hablar de cempasúchil nos parece de lo más común, pero hablar de cempasúchiles –en plural- es uno de esos viajes a la riqueza cultural de los pueblos. En Santa Ana Tlacotenco encontramos que por lo menos existen tres variedades de flor para la festividad de los muertos: Cempasúchil chino o clásico, nativo de Milpa Alta; la tlitlimulion (Flor molito, nombrada así por el predominio del color rojo) y la tepecuzama (comadreja de cerro), todas ellas utilizadas para llamar, esperar y festejar a los muertos. La primera y segunda flor se reproducen con la intervención de la mano humana y la última es una flor silvestre que nace en los campos de Milpa Alta y se reproduce a partir de la dinámica propia de la naturaleza y su biodiversidad, de ahí que se le conozca también como “flor perro” porque no necesita sembrarse.
Además de la visita a la parcela de Don Hilarión, nos acompañaron en este viaje cultural los señores Rolando Iglesias Romero y Joel Castor, también campesinos de Santa Ana Tlacotenco. Los cómplices de este viaje también nos mostraron sus pequeños cultivos de milpa tradicional. En sus parcelas compartían el mismo espacio el maíz, la calabaza, el frijol y por supuesto, las flores de Cempasúchil. Contar con la presencia de otros campesinos resultó muy interesante puesto que a tres voces hablamos de los significados profundos que encierra una flor, sin omitir los cuidados de la milpa tradicional, como es la construcción de un Xajkali (casa de zacate) para vigilar y cuidar el maíz de los depredadores naturales como las ardillas.
Entre el mundo de saberes que nos compartieron los tres personajes que nos abrieron la puerta de su universo cultural, destaca la forma de selección de las semillas de la flor de cempasúchil. El método tradicional de su saber campesino, dice Don Hilarión, consiste en que una vez que termina la fiesta de los muertos es necesario volver al panteón para recoger flores diversas de las ofrendas para obtener la semilla del próximo año. La variedad de flores traerá como resultado que las semillas se vayan mezclando, mejorando y preservando a partir de una combinación genética de todas las flores.
Lo que falta por hacer
La vida campesina en la ciudad de México para Don Hilarión, Don Rolando y Don José no se reduce a la práctica de la agricultura, para ellos es de suma importancia la preservación de la cultura y la lengua náhuatl; la promoción y difusión de las danzas, principalmente la de Las Tlacualeras (Las que llevan la comida); la herbolaria, la cestería y el arte con hojas de maíz. Por ello, desde el 2013 impulsan un proyecto independiente llamado Escuela Comunal Casa de Arte Tlaixco (Lugar de la pendiente) donde imparten talleres con los ejes principales de su interés.
Casi al final de la visita, Don Hilarión y Don Rolando hicieron una reflexión sobre su labor de gestión y difusión cultural. La realidad que nos fueron dibujando con su testimonio no está distante de la de muchos pueblos originarios. Cada palabra apuntó al poco interés de las autoridades político administrativas de su alcaldía cuando de cultura se trata. Incluso mostraron su preocupación e inquietud sobre el destino de los restos óseos de un mamut colombi “casi completo” que fue localizado en 2012 en su comunidad. Para nuestros guías de viaje, esta pieza sin duda debería de estar en resguardo de la comunidad, pero no fue así, la pieza se encuentra bajo resguardo y estudio de instituciones especializadas (INAH-UNAM), desde entonces no saben cuál será su destino.
En medio del aroma a cempasúchil, copal, el baile de las catrinas, los alebrijes, los zombis y el bullicio de la comercialización de la flor de cempasúchil, la dinámica de la ciudad pareciera opacar los elementos esenciales de la fiesta de los muertos que le dieron la categoría de patrimonio cultural de la humanidad. Sin embargo, en la periferia de la ciudad de México hoy existen pueblos que resisten los embates de la urbanización y la modernización que amenazan con dar el golpe final a la cultura campesina de los pueblos de la cuenca del Anáhuac. Santa Ana Tlacotenco, es uno de esos pueblos originarios del sur de la ciudad de México con una larga tradición histórica y cultural que es importante destacar.
Mención especial merece “la leyenda del náhuatl del cerro de Guarda”, narrada por Don Hilarión en lengua náhuatl y español, pero esa es otra historia de la que daremos cuenta en otro momento.