El derecho a disentir

Por Alejandro Cardiel Sánchez

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, garantiza  en sus artículos 6 y 7, el derecho a la libre expresión de ideas. (http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/1_240217.pdf). Tener garantizado el derecho a expresarnos, va de la mano de ser responsables con lo que decimos. La credibilidad (¡¡¡Ahí viene el Lobo!!!) lo es todo.

Fotografía tomada de Internet.
Fotografía tomada de Internet.

En política no existen las verdades absolutas. La interpretación de la realidad puede ser tan amplia como analistas revisen un mismo problema. La pobreza (por mencionar un problema) puede ser analizada desde el punto de vista económico, político, sociológico, antropológico, educativo, de salud, entre otros.

Derivado de esos sesudísimos análisis, lo sabemos todo de los pobres “…en qué no trabajan, qué no comen, cuánto no pesan, cuánto no miden, qué no tienen, qué no piensan, qué no votan, qué no creen…”[1] y si exageramos el ejemplo, podemos darle un enfoque “feminista” a la interpretación económica, una orientación “infantil” a la educación o una propuesta para incrementar la salud de las niñas indígenas en la sierra de Oaxaca sin acceso a la educación por su condición de pobreza.

Con este ejemplo (burdo, sin lugar a dudas) pretendo dejar en claro que podemos encontrar tantas realidades e interpretaciones como personas analicemos un mismo problema. La verdad en política no sigue un orden lógico. Esto es lo que permite discutir distintas líneas de investigación, cuestionar metodologías, alegar y cuestionar resultados. Y es esa discusión e intercambio de ideas, lo que enriquece el debate, genera nuevas ideas, permite diferenciarse de otras opciones, fijar posturas, elaborar planes de trabajo, etcétera.

Nuestro país tiene una acentuada disposición a la discriminación y la intolerancia. Las diferencias culturales, religiosas, sexuales, de conformación familiar, entre otras en lugar de enriquecernos nos empequeñecen.

La discriminación y la intolerancia tienen un sello característico: Quien lo practica, se siente superior ante el discriminado. Esto aplica en todos los aspectos, desde el ámbito futbolístico (donde, por supuesto mis Pumas son mucho mejor equipo que el América) hasta lo religioso. Un ejemplo palpable son los Testigos de Jehová, que pueden ir de puerta en puerta ofreciendo el perdón y la gloria (que por supuesto, ellos ya ganaron) a nosotros, simples mortales alejados de la verdad y la gracia divina.

¿Y qué sucede en el ámbito político? Exactamente lo mismo. ¿Por qué habría de ser distinto?

Basta asomarse a las redes sociales para constatar la intolerancia que campea en la arena política. Curiosamente los más intolerantes, más ofensivos, los que más insultan y humillan son los seguidores de las “izquierdas” y de entre ellos, destacan los partidarios de MORENA.

Fotografía tomada de Internet.
Fotografía tomada de Internet.

Las izquierdas, nacidas para disentir; para señalar los fallos de los gobiernos, para estar en desacuerdo de manera informada, para tener una visión “liberal” contraria a la visión “conservadora”, la izquierda de la razón que cuestiona, que se opone al “mayoriteo”, la izquierda que debate sus ideas y que lucha por poderse expresar de manera “no oficialista”, la izquierda nacida para contrariar a “las buenas conciencias” con argumentos científicos, la izquierda que lucha aun hoy día para separar los dogmas religiosos de las políticas públicas, esa izquierda es la que no tolera que se le cuestione.

Eso implica –necesariamente- que las izquierdas, especialmente MORENA (dirigentes y militantes) deben de hacer un profundo ejercicio de reflexión. Deben de entender que la esencia de ser izquierda, es estar dispuestos a escuchar las críticas. Todas. Que deben de estar dispuestos a cambiar, a moverse, a experimentar formas nuevas.

Los “conservadores” son los que están contentos con cómo están las cosas. Son ellos los que piensan que las leyes son inamovibles. Son ellos los que no creen en los cambios, los que luchan por la familia “tradicional”, los que pelean porque vuelva a impartirse “moral” o “religión” en las escuelas públicas, que están en contra del aborto y la eutanasia o del derecho que tienen las mujeres a decidir sobre sus cuerpos o que pretenden decidir sobre la libertad que tenemos los humanos de amar -o no- a quien se nos dé la gana.

Hoy en día, criticar a Andrés Manuel López Obrador se ha vuelto un deporte extremo. No estar de acuerdo en cómo está haciendo las cosas es considerado como una traición a “la izquierda”. Cualquier señalamiento es, de inmediato, refutado por sus seguidores de forma violenta. No seguirlo de manera ciega e incuestionable vale mil reproches. Argumentan, que criticar “al máximo líder de la izquierda” es hacerle el juego al gobierno, es apoyar al “establishment”, dicen, es “indigno, pues ese trabajo ya lo hacen las televisoras”, y cuando se quedan sin argumentos, se elevan a las alturas magnificentes y dicen cosas como “pues antes yo pensaba como tú…” dando a entender que “ya evolucionaron”. Cuando las cosas van más allá, sin más, recurren al insulto que en el mejor de los casos va de calificativos como “analfabeta” y que puede llegar a las mentadas de madre.

Si hoy fueran las elecciones, yo votaría (nuevamente) por Andrés Manuel López Obrador. El punto es que ya estoy harto de votar por “lo menos peor”. Hoy día considero que no tiene la experiencia ni los cuadros políticos -suficientes ni necesarios- para ejercer el cargo más alto de la patria. Aun así, le confiaría mi voto.

Las izquierdas tienen que entender que para poder ejercer el poder, primero tienen que ganarlo. También tienen que razonar sobre el hecho de que no pueden ganar solos. 2018 pinta nuevamente para ser una elección que se decidirá a tercios. ¿Pretenden nuevamente ir solos –o divididos- como en el Estado de México? ¿Sencillamente no hay negociación posible con los grupos de poder político? ¿Pretender obtener un resultado distinto haciendo exactamente lo mismo? ¿O ya va siendo hora de que escuchen a quien desde la misma izquierda los critica?

En lo que deciden su estrategia para las elecciones del año siguiente, yo hago un llamado al respeto a quienes criticamos a la izquierda desde la izquierda y a quienes desde la derecha ejercen también su derecho a la libre expresión de ideas. Incluso aunque no tengan, ni tengamos La verdad ni la razón.

Hoy hago un llamado a respetar el derecho que tenemos todos para disentir.

Fotografía tomada del medio: Ultra Noticias.
Fotografía tomada del medio: Ultra Noticias.

[1] Galeano, E. (2012). Los hijos de los días. México: Siglo XXI.

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