Por Daniel Ocampo
A inicios de la primera década del siglo XXI la región de Medio Oriente y África del Norte atravesó por una serie de protestas sociales a la que se le denominó “Primavera Árabe”. Estas tenían al menos dos mínimos comunes divisores; democratización del sistema político y las consecuencias de la economía neoliberal que esos gobiernos autocráticos supervisaban: mejora en la distribución de la riqueza.
Túnez, Egipto, Bahréin, Siria, Libia, Yemen, Marruecos, fueron los casos emblemáticos de este episodio. Y quince años más tarde, en 2025, Türkiye atraviesa por un episodio de primavera alla turca. El generador de la chispa de primavera en este caso fue la detención de Ekrem Imamoglu, alcalde de Estambul y figura clave en la oposición política.
La fiscalía lo acusó de corrupción y de ayudar a un grupo terrorista, calificándolo de “sospechoso de liderar una organización criminal“. Su arresto se desarrolló en el contexto de la celebración de elecciones primarias de su partido político, Partido Republicano del Pueblo en donde se vislumbraba fuera electo como candidato presidencial para las elecciones de 2028.

Su arresto originó protestas masivas en una tercera parte del país, 55 de las 81 provincias turcas. Con una misma demanda; democracia y mejoras económicas. Erdogan lleva al frente del gobierno turco más de 20 años y la economía, en los últimos años, ha ido cada vez más en picada. De acuerdo con el Instituto Turco de Estadística, tanto la inflación anual como el aumento de los precios en las rentas se ha incrementado en un 42% y 56% respectivamente a enero de 2025.
Sin embargo, la efervescencia de las protestas se esfumó cuando Donald Trump llamó públicamente “un líder muy inteligente” al presidente Recep Tayyip Erdogan. ¿Pero qué hay detrás de estos elogios?
La posición geográfica ha ayudado a Ankara a tener un amplio margen de acción política para negociar, lo que ha sabido aprovechar Erdogan y ha utilizado para ser el gran ganador en los conflictos que lo rodean.
En Siria ha podido ampliar su territorio al controlar las ciudades de Idlib, Afrin y Jarablus. En segundo lugar, un contrapeso en la guerra de Ucrania y Rusia; no sólo por ser el segundo ejército más numeroso de la OTAN, sino también por bloquear, al menos temporalmente, la entrada a la Alianza de Suecia y Finlandia en donde Helsinki sostiene que Moscú continúa representando una amenaza potencial mediante el uso instrumentalizado de la migración para desestabilizar a la Unión Europea. Así como ser un agente principal en la seguridad para el transporte de granos de ambos bandos por el Mar Negro.

Finalmente, Erdogan ha mostrado su apoyo, al menos discursivamente, a Palestina y una voz crítica en contra de Israel. Hecho que lo coloca al frente de los líderes del mundo musulmán por apoyar la causa. Postura que ha ido aumentando a partir del posicionamiento de Ankara luego de los ataques de Hamás el 7 de octubre de 2023.
Del 11 al 13 de abril, una semana después de que Trump anunciara medidas arancelarias a más de 60 países, se realizó el Foro Diplomático de Antalya 2025, en donde Erdogan se reunió con representantes de todo el mundo (excluido Israel) para “evaluar los problemas sistémicos del orden multilateral”. Asegurando así su posición en el plano internacional como un agente necesario.
Las golondrinas sobre la meseta de Anatolia se verán obligadas a esperar otra primavera con mejores vientos y sin la presencia de un líder que se ha hecho necesario para el balance de poderes en la región euroasiática.
