Por: Ernesto Funesto Mondragón.
Hace 93 años, a propuesta de José Vasconcelos, el entonces director del periódico Excélsior, Rafael Alducin, convocó a celebrar el primer Día de las Madres en México, fijando la fecha para el 10 de mayo.
Según Marta Acevedo, en su libro El diez de mayo, publicado por vez primera en 1982, el origen de esta celebración está vinculado con el proceso revolucionario que el Partido Socialista del Sureste (PSS) venía implementando en Yucatán, de la mano de los hermanos Carrillo Puerto (Elvia y Felipe). Comenta la investigadora mexicana, que esta conmemoración fue impulsada por el sector empresarial, la Iglesia Católica y la Cruz Roja mexicana, entre otros, para invisibilizar la lucha feminista que se venía llevando a cabo en el estado de Yucatán.
El PSS abogaba por la libre determinación de las mujeres, tanto en el terreno político, como en el personal. Esto implicaba una postura muy controvertida entonces y ahora: los derechos sexuales y reproductivos. El hecho de que oficialmente se impulsara la maternidad como una libre elección y no como una obligación de la mujer, significó una grave afrenta para los sectores más conservadores del país. Es por ello, nos cuenta Acevedo, que se impone esta fecha para reivindicar la idea de que la mujer sólo se realiza y se completa como tal en y por la maternidad; de reforzar el mito de la madre abnegada, de la “madrecita santa”, como también apunta Marta Lamas.
Pero, ¿cómo poder celebrar esta fecha en un México desangrado por una guerra civil no oficial?
Es muy poco probable que muchísimas madres en México tengan algo que festejar este 10 de mayo, o incluso tengan quién las celebre.
¿Cómo festejarán las madres de los migrantes que mueren a diario, ya sea en la tristemente célebre Bestia, o en el Río Bravo o en el desierto? ¿Qué festejarán las madres de las asesinadas de Ciudad Juárez? ¿Y las madres de las víctimas de feminicidio en el Estado de México? ¿Cómo la habrán pasado las madres de las triquis golpeadas y humilladas, la víspera en Nuevo San Juan Copala, allá en San Quintín, Baja California? ¿Y la madre del profe Galeano? ¿Y la familia de Marisela Escobedo?
¿Qué habrán sentido las madres de los mineros asesinados por la negligencia de Grupo México en Pasta de Conchos, hace 9 años? ¿Cuánto dolor guardará el corazón de la madre de Alexis Benhumea? ¿Quién consolará a las madres de los muertos y desaparecidos por los escuadrones de la muerte de Ulises Ruiz, en Oaxaca? ¿Alguien les habrá llevado una rosa a las 49 madres de los bebés asesinados en la Guardería ABC? ¿Alguien consoló a las madres de todos los periodistas asesinados en México?
¿Habrán tenido algo que festejar las madres de las y los asesinados el 22 de diciembre en Acteal, Chiapas? ¿Y las madres de los asesinados en las matanzas de Aguas Blancas, El Charco, Apatzingán, Tlatlaya? ¿Y las madres de los asesinados de todas las matanzas? ¿Quién se acordó de las madres de la Brigada Callejera? ¿Quién consoló a la madre de Carlos Sinuhé Cuevas y a la de Pavel González?
¿Quién abrazó a las madres de los más de 25 mil desaparecidos en México? ¿Quién festejó a las madres de todos los asesinados en esta guerra sin sentido? ¿Y las madres de los 43 normalistas de Ayotzinapa?
Seguramente este 10 de mayo fue el peor de sus vidas para Doña Bertha Nava, madre de Julio César Ramírez Nava, asesinado aquel sangriento 26 de septiembre. Tampoco fue placentero para Afrodita Mondragón, madre de Julio César Mondragón Fontes, el normalista desollado vivo en Iguala. Ni para Marissa Mendoza, compañera de Mondragón, quien nunca imaginó que sería así su primer día de las madres: en soledad. Tampoco para las madres de Daniel Solís Gallardo, de Jorge Alexis Herrera Pino, de Gabriel Echeverría de Jesús, de Eugenio Tamarit Huerta ni de Freddy Vázquez Crispín, todos ellos normalistas de Ayotzinapa asesinados en la lucha por una mejor educación.
Este 10 de mayo el dolor, la tristeza, la nostalgia por las hijas o hijos asesinados o desparecidos no doblegó a muchas madres. Esta fecha fue un acicate para las madres de los 43, para las de la Brigada Callejera o las asesinadas de Juárez.
La mejor forma de conmemorar a estas madres sería no permitiendo más impunidad, construyendo justicia, no permitiendo que estos crímenes vuelvan a suceder.
Hay que dignificar, luchar con y por estas madres, que son todas nuestras. Sobre todo, hay que luchar por nuestra Madre Tierra, hoy tan mancillada y tan vejada por el fracking, la minería a cielo abierto, los derrames de sustancias tóxicas, los megaproyectos y los transgénicos, entre otras linduras del capitalismo.
Tal pareciera que hoy en México también hay que luchar para ser madre. Por eso, desde Políticas Media, mandamos un sincero abrazo a todas las madres que luchan. Porque la dignidad no sólo se mama, se adquiere desde el vientre.