Por: Alejandro Cardiel Sánchez.
Cuando en el infausto sexenio de Felipe Calderón empezó a ventilarse el tema de los desaparecidos -durante la mal llamada “Guerra contra el narco”- se inició en los medios masivos de comunicación, una de las acciones más viles que sirvieron en ese momento para apuntalar al sistema: la llamada “revictimización”.
Este término hace referencia a una persona que siendo víctima de un abuso, un delito o un crimen, se le hace ver como responsable directo de lo que le sucedió.
En el contexto de la guerra contra el narco, cuando había balaceras o se encontraban personas asesinadas, desmembradas o en fosas clandestinas, cuando familias enteras fueron masacradas en retenes militares o fueron desplazados de sus lugares de origen por medio de la violencia, cuando estudiantes fueron asesinados por militares a las puertas de su escuela entre otros “daños colaterales” (Calderón dixit) los medios masivos de comunicación e increíblemente las instituciones supuestamente encargadas de defender a la población daban a entender que los afectados “en algo andarían”, tratando de justificar de esa forma la muerte de decenas de miles de personas.
Los familiares, en estos casos extremos, tenían que lidiar, aparte del duelo, con el estigma de la injuria. Hubo quien movido por el miedo, guardo silencio absoluto, también quienes reclamaron al sistema y a los medios el trato de delincuentes que pretendía dársele a sus familiares y buscaron limpiar el nombre de sus muertos y sus desaparecidos.
La Organización de las Naciones Unidas en su Resolutivo A/RES/47/133 de fecha 12 de febrero de 1993 ( http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=A/RES/47/133 ) establece que se producen desapariciones forzadas siempre que “se arreste, detenga o traslade contra su voluntad a las personas, o que estas resulten privadas de su libertad de alguna otra forma por agentes gubernamentales de cualquier sector o nivel, por grupos organizados o por particulares que actúan en nombre del Gobierno o con su apoyo directo o indirecto, su autorización o su asentimiento, y que luego se niegan a revelar la suerte o el paradero de esas personas o a reconocer que están privadas de la libertad, sustrayéndolas así a la protección de la ley”.
En nuestro país, donde se pregona un régimen de Estado de Derecho, esto es, donde el actuar del gobierno y sus instituciones se encuentra limitado por la ley, la desaparición forzada es cosa de todos los días.
Desde los ciudadanos comunes hasta las personas que van de paso por nuestro país en su afán por alcanzar la frontera norte. Personas que se sabe pueden ser obligadas a la esclavitud o trabajos forzados en plantaciones del narco hasta poblaciones completas que son desplazadas y sus familiares desaparecidos en zonas donde después se sabe ingresarán trasnacionales dedicadas al “fracking”, la minería o la explotación de recursos naturales.
¿Por qué en un país de desaparecidos resulta emblemático el caso Ayotzinapa? Porque los afectados son estudiantes.
En el contexto de la revictimización, donde los medios masivos de comunicación, las instituciones del estado, los funcionarios y tristemente ciudadanos desinformados, han tratado de hacer creer al pueblo entero que los estudiantes “se merecían” ser asesinados –como el estudiante y cabeza de familia Julio Cesar Mondragón Fontes- o desaparecidos.
Sin embargo en esta ocasión, la respuesta de la sociedad ha ido en sentido contrario a lo que el gobierno esperaba. Los padres y familiares de los estudiantes desaparecidos han dado, al pueblo y al gobierno, una de las más grandes pruebas de dignidad y amor que se hayan visto en nuestro país en una generación entera.
A dos años de la desaparición forzada de 43 normalistas, contra viento y marea, a pesar del dolor, la incertidumbre, la desconfianza y la incredulidad; a pesar de la soberbia, los esfuerzos por dividirlos, las trabas al Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI); a pesar del tiempo transcurrido (más de 730 días) y del camino andado, padres y familiares apuestan –aún- por la vía pacífica e institucional.
El gobierno ha apostado desde el inicio por el desgaste del movimiento y por el olvido, sin embargo cada día que pasa los padres, familiares y población se fortalecen y recuerdan.
Por más que el gobierno trata de cerrar los ojos, más se visibilizan en México y en el extranjero las mantas que en cualquier parte del mundo donde se para Enrique Peña Nieto le gritan “Asesino, asesino”, como los carteles con leyendas durante las protestas por su visita a Alemania “WO SIND DIE 43 STUDENTEN” (¿Dónde Están los 43 Estudiantes?) o en Argentina donde se leía “Lo que pasa en México nos pasa a nosotros…todos somos México” y en Gran Bretaña donde una de las mantas consignaba: “MEXICO, the world is watching you!! 43 students still missing where are they? #WeareallAyotzinapa” (México, el mundo te está observando. 43 estudiantes aún desaparecidos ¿dónde están? #TodossomosAyotzinapa).
Por más que el gobierno intenta cerrar sus oídos a los reclamos de los padres, de los familiares y de la gente, más grandes y estruendosas son las manifestaciones de apoyo. Y cuando la sordera es demasiada, Roger Waters envía un mensaje dedicado a los 43 desde su concierto en la Ciudad de México. No será cerrando los canales de comunicación que el gobierno de Enrique Peña Nieto obtenga algo.
Hoy más que nunca, esperamos que el gobierno responda con certeza, y que esa respuesta genere confianza y claridad en este proceso viciado de origen.
Seguiremos gritando cada vez más fuerte en las calles, seguiremos protestando ante ésta y otras injusticias. Ante los ojos insensibles y vacíos del presidente y sus subordinados seguirán apareciendo las mantas y ante los oídos sordos seguiremos gritando en todo el mundo:
¡¡¡VIVOS SE LOS LLEVARON!!!
¡¡¡VIVOS LOS QUEREMOS!!!