Por: *Octavio Aristeo López.
Señala el historiador británico Eric John Ernest Hobsbawm en su libro Bandidos: “Por tanto, para comprender el bandolerismo y su historia debemos verlo en el contexto de la historia del poder.”
En este contexto están los dirigentes de los partidos políticos y los consejeros electorales del Instituto Nacional Electoral.
Por lo mismo, la propaganda de los partidos políticos no habla de sus vínculos con la delincuencia organizada, ni de sus actos de corrupción, ni de sus alianzas con empresarios voraces apátridas; no hablan de los sicarios y asesinos que se encuentran en sus estructuras organizativas que se dedican a violar los derechos humanos y los derechos democráticos de los militantes partidistas.
Esto no sólo es exclusivo en México, existe información de otros países que cuentan también con una clase política gobernante asesina y corrupta que deben ser juzgados en la Corte Penal Internacional (CPI); tenemos como caso el reciente asunto entre el gobierno venezolano y el gobierno español que tienen en medio del conflicto al gobierno norteamericano y los oficios del panista Vicente Fox Quesada.
“Los bandidos, por definición, se resisten a obedecer, están fuera del alcance del poder, ellos mismos son ejercitadores potenciales de poder y, por tanto, rebeldes en potencia. De hecho, el significado (italiano) original de la palabra bandito es un hombre «declarado fuera de la ley» por las razones que sean, aunque no es extraño que los forajidos se convirtieran fácilmente en ladrones”.
Estos bandidos señalados por Hobsbawm son la nueva generación de políticos que garantizan el nuevo orden; salvaguardan las tradiciones mediante la obediencia al caudillo considerado por encima de la sociedad y las leyes; tienen una vertiente autoritaria centralista que procede de los monarcas absolutistas; sus personeros o sus representantes hacen posible valer la fuerza central autoritaria como componente esencial del poder, es el caso en México.
En una cultura autoritaria la obediencia y el temor a la autoridad, a la violencia, son fundamentos que definen los comportamientos sociales; la oligarquía de la clase política gobernante asesina y corrupta ligado a los empresarios no tiene autonomía.
Por consiguiente, el caudillismo representado por los dirigentes de los partidos políticos no respetan las instituciones ni la constitución, tampoco sus personeros; son enemigos del desarrollo democrático y económico del país.
Existen casos en el que dirigentes de los partidos políticos con datos falsos en la credencial de elector quieren legalizar registros como candidatos, el primero que utilizó esta práctica ilegal fue un expriista en el proceso electoral del 2000, incluso se acusan de realizar campañas electorales ilegales.
“Por tanto, la historia del bandolerismo, incluido el bandolerismo social, no puede entenderse ni estudiarse bien excepto como parte de la historia del poder político, el cual, en sus niveles más altos, es el poder de los imperios y los estados. A fin de cuentas, en las sociedades de clases anteriores a la era del capitalismo moderno, el poder de la coacción física era también el fundamento principal del poder económico. Es decir, el mecanismo principal para apropiarse de la riqueza excedentaria que generaban quienes realmente la producía”.
El poder centralizado se disfraza de libertades y bonanzas económicas en certezas y temores, de aquí que la sociedad tenga preferencias por gobiernos autoritarios, ante el desorden interno y las amenazas externas. El discurso está saturado de una dictadura federalista y democrática, el control central del poder, patriarcal y paternalista, paz social, orden y estabilidad, seguridad, etcétera.
Estamos pasando de la pobreza a una esclavitud disfrazada. El salario es el precio que se paga por la fuerza de trabajo del obrero o trabajador; entre menos salario se pague a la fuerza de trabajo para su sobrevivencia y más horas trabaje significa mayor acumulación de capital para el capitalista. Además, la pérdida del poder adquisitivo del obrero o trabajador va a parar a manos del capitalista. Por ello, los abismos que existen entre los que venden su fuerza de trabajo, mercancía señala Marx, y los capitalistas que viven de esta fuerza de trabajo. Esto permite tener una mayor desigualdad social, que es la tumba del capitalismo.
Si realizamos el análisis sobre salarios mínimos a partir de 1976, tenderemos argumentos para sostener que el salario mínimo actual debe ser superior dos mil pesos mensuales y no el vigente que es de 70.10 y 68.28 pesos mensuales.
Esto determina las actitudes del poder ante los mexicanos y de la sociedad frente al gobierno.
“La debilidad del poder contenía el potencial para el bandolerismo… Sin embargo, donde la estructura de poder era estable, el grueso de los bandidos en potencia, a menos que viviese fuera de su alcance, tendía a apegarse a quienes pudieran recompensarlo: en calidad de servidores o sicarios y agentes de los señores, en calidad de soldados, guardias o policías de los estados. El bandolerismo como fenómeno de masas, es decir, la acción independiente de grupos de hombres violentos y armados, aparecía sólo donde el poder era inestable, estaba ausente o había fallado…. En tales momentos caudillos independientes de hombres armados podían entrar en el mundo del poder verdadero ellos mismos” (Eric Hobsbawn, Bandidos).
En estas circunstancias estamos viviendo en donde no existe confianza y credibilidad en los asuntos políticos y económicos; sólo es el resurgimiento de caudillos bandidos y bandoleros como dirigentes de partidos políticos y sus personeros consejeros electorales del Instituto Nacional Electoral, que se sienten dueños de la democracia y de la vida de los mexicanos.
Por lo tanto, los dirigentes de los partidos políticos y sus personeros consejeros electorales del Instituto Nacional Electoral no tienen la capacidad de protagonizar las transformaciones que necesita México. Esto sólo es una parte de la historia en México de bandidos y bandolerismo que ilustra el historiador británico Eric John Ernest Hobsbawm en su libro Bandidos.
*Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México. [email protected]