El abanico de las desigualdades. Concentración económica y marginalidad política en México.

Por: Mauro Jarquín y Gil Cabrera.

“Por igualdad no debe entenderse que el grado de poder y de riqueza sea absolutamente idéntico para todos sino que (…) ningún ciudadano sea tan rico para que pueda comprar a otro, y que ninguno sea tan pobre que se vea obligado a venderse a sí mismo.”

J.J. Rousseau

A modo de introducción:

La pronunciada concentración del ingreso y el patrimonio en un grupo reducido de personas a nivel global, así como el tendencial aumento en la desigualdad económica, ha reactivado la discusión en torno a la lógica distributiva del actual patrón productivo, poniendo en el centro del debate los usos y abusos de la desigualdad[1]. A esta controversia se ha sumado el propio Fondo Monetario internacional, quien ha marcado el tema como uno de los principales puntos a tratar en su agenda para el presente año (2016).

En México, pese a ser uno de los países más desiguales del mundo, la discusión sobre las implicaciones de la desigualdad se había dejado parcialmente de lado, hasta el mes de junio del año pasado, fecha en que fue publicado el estudio  “Desigualdad Extrema en México: Concentración del Poder Económico y Político”[2] elaborado por el economista mexicano Gerardo Esquivel, y publicado a través de Oxfam México, una agencia de cooperación internacional y ayuda humanitaria que trabaja en más de 90 países.

En el citado estudio, Esquivel expone el avance de la desigualdad en nuestro país, de igual manera analiza sus posibles causas y consecuencias con respecto al desarrollo económico nacional. Pero su razonamiento no queda enmarcado en consideraciones macroeconómicas, sino expone ciertas conjeturas políticas que dejan entrever una relación íntima entre la captura del poder político por parte de grupos o individuos pertenecientes a los deciles más altos de la distribución económica, y las políticas económicas del Estado, principalmente la política fiscal, profundamente regresiva.

En los últimos 25 años, la política económica del Estado mexicano, así como ciertas prácticas informales al interior de su alta burocracia, han sido los principales promotores del crecimiento acelerado de la riqueza de aquellos individuos que forman parte del decil más alto de ingresos en la población mexicana.  El ejemplo –colectivo- central, es el aumento en la concentración de la riqueza que han experimentado los cuatro principales multimillonarios de nuestro país, cuya fortuna se incrementó en gran medida a raíz de concesiones o privatizaciones en sectores clave de la economía nacional, como lo son las telecomunicaciones o la minería. Estos multimillonarios (Germán Larrea, Carlos Slim, Alberto Bailleres y Salinas Pliego) vieron incrementada su riqueza en 4.5 veces en el lapso que va de 1980 a 2014, mientras el salario mínimo  perdía el 75% de su poder de compra en el mismo periodo de tiempo.[3]

Aunado a lo anterior, los encargados de la política fiscal en nuestro país en lugar de buscar una mejor distribución de la riqueza a través de impuestos se han encargado de hacer todo lo contrario. Un ejemplo de ello es que la tasa del ISR en México es de las menos elevadas entre los países miembros de la OCDE, aún cuando se sabe que dicho impuesto tiene un alto nivel redistributivo. Además, en México se grava en un porcentaje mayor al consumo cuando son los sectores de la población que pertenecen a los decíles más bajos los que dedican mayor cantidad de su ingreso a consumir.

Los elementos descritos anteriormente tienen claras implicaciones políticas en el desarrollo social e institucional de nuestro país. La concentración de la riqueza en pocas manos, y la socialización de la precariedad económica, moldean un panorama político en el cual las interacciones políticas de la sociedad presentan relaciones asimétricas con respecto a la capacidad deliberativa de los ciudadanos.

Quienes poseen más recursos económicos, tienden a detentar mayor capacidad de deliberación política, de manera particular a través de la participación en la esfera de la Sociedad Civil, siendo esto favorecido por esquemas de gobernanza de participación público-privada, en tanto que aquellos que no son beneficiados con el actual patrón de distribución económica, se ven, de facto, alejados de los debates importantes sobre lo público.

Condicionamiento de programas de asistencia social, compra del voto, desequilibro en los flujos de información dentro de la sociedad y prácticas como el lobbying forman un denso entramado político, económico y social que, por su propia lógica, define en gran medida el rumbo político-social de nuestro país.

De esta manera, la relación –consecuente- entre desigualdad económica y desigualdad política se presenta como un maridaje perverso que lastima todo intento de construcción y fortalecimiento democrático. Si el mito de la necesaria desigualdad so pretexto de crecimiento económico ya fue refutado de manera suficiente, la desigualdad política es la negación misma de toda construcción comunitaria, y por lo tanto, es una antítesis de la política. El epígrafe de Rousseau al inicio del escrito sintetiza la decadencia política de una sociedad desigual.

A lo largo del presente trabajo analizaremos de forma breve ciertos elementos constituyentes de la desigualdad, tanto económica como política, en el marco del debate nacional, buscando con ello encontrar rutas interpretativas y de organización para hacerle frente a esta problemática nacional tan urgente.

I.- La desigualdad en México: Un problema macroeconómico (y humanitario)

México es por mucho uno de los países más desiguales del mundo. Según datos de la Standardized World Income Inequality Database, para los países que pertenecen a la muestra, en el periodo que va de 2008 a 2012, México tiene un coeficiente de Gini de 0.44 cuando el promedio del resto de los países es de sólo 0.37, es decir se encuentra por encima de la media.

La evolución de la desigualdad en México medido por el coeficiente de Gini mantiene notables variaciones en el periodo que va de la década de los 80’s a la fecha. Por ejemplo, de 1984 a 1996 el nivel de la desigualdad incrementó notablemente, pasando de tener un coeficiente de 0.45 a uno de 0.52. Sin embargo, a partir de 1996 a 2010 el nivel de la desigualdad disminuyó también de forma notable, pasando de un coeficiente de 0.52 a  uno de 0.47.[4]

Fuente: Oxfam-México.
Fuente: Oxfam-México.

Sin embargo y a pesar de la tendencia a la baja en los niveles de desigualdad, dicha tendencia decreciente no parece ser compatible con otros indicadores de la economía mexicana. Por ejemplo, en las últimas dos décadas el ingreso per cápita ha incrementado, mientras las tasas de pobreza se han estancado, lo cual quiere decir que el ingreso se ha concentrado en los niveles más altos de la distribución.

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En este punto sería pertinente hacer referencia al uso de indicadores estadísticos, diferentes al coeficiente de Gini, que pueden facilitar el análisis político de la desigualdad actual. Creemos que el índice de Palma es el indicador que representa de manera más transparente la profunda disparidad de ingreso entre los decíles más bajos y los más altos de la distribución, ya que hace una comparación entre el 10 por ciento más rico de la población y el 40 por ciento más pobre, por lo que representa de mejor forma los cambios de igualdad en los dos extremos de la distribución. A diferencia del índice de Gini, que suele otorgarle un mayor peso a las clases medias y por tanto, produce resultados que no reflejan los cambios en igualdad entre los decíles más bajos y los más altos de la distribución.

Como bien sabemos, el nivel de desigualdad existente, medido por el índice de Gini de 1990 a 2014 ha disminuido, lo cual es cierto debido a distintos factores entre los que sobresalen: el incremento de las remesas, la mejor focalización de programas públicos como Prospera, y a una menor desigualdad en ingresos salariales. El índice Palma no contradice lo mostrado por el índice de Gini en cuanto a que la desigualdad entre los decíles medios, altos y bajos ha disminuido en el periodo descrito. Sin embargo, lo que si muestra a diferencia del índice de Gini, es que en el mismo periodo de tiempo la desigualdad entre los más ricos y los más pobres incrementó, como lo demuestra la siguiente gráfica.

Gráfica 1.  Índice de Palma.

Fuente: INEGI
Fuente: INEGI

La gráfica 1 demuestra que si bien la desigualdad ha disminuido, la distribución del ingreso entre el 40% más bajo y el 10% más alto es ahora más desigual de lo que lo era en la década de los 90’s.

Estudios similares al realizado por Oxfam-México sostienen que la desigualdad merma el crecimiento económico y que los decíles menos favorecidos de la distribución podrían incrementar en un 10% su riqueza ante una distribución más equitativa de los recursos. En este escenario, a una menor desigualdad y una correcta política de gasto y distribución fiscal, el mercado interno se verá fortalecido, lo anterior debido a que los agentes de decíles bajos e intermedios tendrán un mayor poder de compra que les permitirá incrementar, en una primera instancia su consumo, fortaleciendo con ello el producto nacional y por tanto el desarrollo futuro del país.

El problema de la desigualdad puede ser visto desde distintas ópticas. Hoy en día, los círculos de economistas especialistas en el tema han aceptado con relativa modulación, que la desigualdad no sólo afecta a un país en el ámbito de justicia y moralidad sino que es también, un obstáculo al crecimiento sostenido de la economía.

Ahora bien, ¿Cómo se especifica la relación entre la desigualdad económica y la desigualdad política? ¿Qué patrones de distribución deliberativa engendra una sociedad tan desigual como la mexicana? ¿En qué medida afecta o beneficia la desigualdad económica en el proceso de construcción democrática?

Esos elementos serán los ejes centrales de la segunda entrega del presente trabajo.


[1] En el desarrollo del trabajo, por motivos de espacio y comodidad en la lectura, al referirnos a desigualdad, nos estaremos refiriendo a desigualdad económica. Cuando queramos hacer alusión a otra forma de desigualdad, lo haremos explícito.

[2] Disponible en la web en: http://cambialasreglas.org/images/desigualdadextrema_informe.pdf

[3] Esquivel, Gerardo, Op. Cit.

[4] Oxfam-México. Desigualdad Extrema en México: Concentración del poder político y económico. México D.F. Junio de 2015. Disponible en: www.oxfammexico.org.

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