LAS ELECCIONES INTERMEDIAS DEL 2018 EN ESTADOS UNIDOS: UN GIRO A LA IZQUIERDA
Por: José Antonio Trujeque.
Permítaseme relatar una historia que representa el escenario político y sociocultural en el que ocurrieron las elecciones estadounidenses del pasado martes 6 de noviembre 2018.
Lauren Underwood es una enfermera de profesión, 33 años de edad, afroamericana, tiene una afección cardíaca. Y además, ella vive en un distrito electoral del estado de Illinois predominantemente “blanco”, y en donde el diputado o representante en funciones, el republicano Randy Hultgren, había vencido en las cuatro elecciones anteriores a sus oponentes del Partido Demócrata.
El distrito electoral 14 de Illinois, entidad situada en el medio oeste norte, junto a los Grandes Lagos, representaba para el Partido Demócrata una especie de misión electoral imposible…, hasta que la enfermera afroamericana Lauren Underwood se decidió a competir por el escaño en liza.
Underwood participó como una manifestante más en la “Marcha de las Mujeres” que tuvo lugar entre los días 21 y 22 de enero de 2017 en varias ciudades de los Estados Unidos, y cuya asistencia se calcula entre los 4 millones 500 mil, y los 5 millones 250 mil asistentes, lo cual la convirtió en la manifestación pública más grande en la historia de los Estados Unidos.
Underwood conoció y trabó una relación durable con decenas de mujeres que participaron en las manifestaciones. Según su relato, ellas estaban decididas a que su indignación no decayera tras la finalización de las marchas, por lo que quedaron en mantener su contacto personal, e ir ideando maneras de participación política.
En los meses siguientes, dos fenómenos políticos y sociales opuestos, pero complementarios, siguieron desarrollándose en el muy polarizado escenario estadounidense: la clase política del Partido Republicano poco a poco, pero de manera firme, fue dejando atrás sus iniciales reticencias hacia Trump, para pactar un acuerdo con este personaje: no bloquear algunas de las iniciativas más polémicas del millonario neoyorquino (la construcción del muro fronterizo con México, por ejemplo), a cambio de que este señor los apoyara para implementar un recorte más de impuestos para la capa social más rica, y continuar con la desregulación económica. Otra parte esencial del pacto Trump-Partido Republicano fue que ambos tratarían de eliminar el llamado “Obamacare”, el cual es un programa de apoyos para la asistencia médica gratuita y semi-gratuita.
Hay que decir que el “Obamacare” (acrónimo de las palabras “Medicare” y el apellido del presidente Obama) representa para la derecha estadounidense el tipo de política pública contraria a su credo en la economía de mercado desregulada, con una nula o casi nula intervención del gobierno, en este caso en los servicios hospitalarios y de acceso a los productos farmacéuticos. El papel “asistencial” del gobierno, según la ideología de la derecha, otorga “premios” que en lugar de incentivar la competitividad de las personas, las convierten en individuos “dejados”, “flojos”, sumidos en la pasividad en lugar de ser personas que trabajen duro para mejorar su situación. Esta idea, conocida como “el estado y el gobierno mínimo”, es una de las banderas más arraigadas en las derechas estadounidenses, y en una buena parte de las clase medias y altas predominantemente “blancas”.
Para seguir con nuestro relato, resulta que el representante (diputado) Randy Hultgren apoyó con energía tanto al recorte de impuestos para las clases más ricas, como también apoyó de manera decidida la iniciativa para acabar con el “Obamacare”, aprovechando que el Partido Republicano tenía la mayoría en las dos Cámaras, la de Representantes (equivalente a la de Diputados) y el Senado. Los republicanos lograron imponerse en el recorte de impuestos, pero fracasaron en sus dos intentonas para derogar al Obamacare.
La enfermera Lauren Underwood sabía de las enormes dificultades para conseguir tratamiento médico y farmacéutico, dada su doble condición de enfermera en un hospital público, y de padecer una condición cardíaca. Si no fuera por las modestas ayudas y apoyos del Obamacare (el gobierno federal pone una parte del costo, y el paciente otra), Underwood probablemente estaría muerta, dados los costos altísimos de la atención médica privada. Así que la enfermera resintió como un insulto, más que como una amenaza, las diatribas de Hultgren y sus colegas republicanos, más las altisonantes expresiones de Trump y la ultraderecha contra Obama y su programa médico, el Obamacare.
Fue entonces, hacia finales del año 2017, cuando Lauren Underwood habló con sus amigas y colegas, conocidas durante y después de las multitudinarias Marchas de las Mujeres, con quienes llegó a una conclusión:
“Si nos quedamos en el papel de activistas anti-Trump, es difícil que rebasemos la línea entre la oposición testimonial, y la verdadera toma de decisiones: hay que entrar a la competencia por un escaño en la Cámara de Representantes”.
El panorama para Underwood era todo, menos halagüeño: tenía que competir en un distrito de fortísima presencia republicana; el “blanco” Randy Hultgren había sido reelecto en cuatro ocasiones consecutivas, con lo que tenía una imagen y posición de político imbatible; además, la mayoría del electorado había votado por Trump, y estaba compuesto por “blancos”. Una enfermera afroamericana joven, de clase media modesta, como Underwood, tenía que rebasar y superar una serie de fortísimas barreras para lograr su objetivo.
Lauren Underwood buscó el apoyo de organizaciones de la sociedad civil dedicadas a apoyar a ciudadanos de “a pie”, y en particular a mujeres, para capacitarlas y “entrenarlas” (“coucheo”) en el complejo arte de las campañas político-electorales. Este tipo de OSC, vale decir, surgieron con fuerza en los Estados Unidos tras el tremendo golpe que significó el triunfo de Trump para los sectores de izquierda moderada e izquierda socialista estadounidenses. Un caso exitoso de estas OSC es le llamado “Indivisible”, nombre que alude a un ideal: la resistencia contra Trump y la ultraderecha debe ser así: unida, organizada, es decir, Indivisible: todas y todos caben en ese propósito (https://www.indivisible.us/)
Las OSC como “Indivisible” se dedican a promover la participación de personas “progresistas” (es decir, con posturas de izquierda) en las competencias electorales, para lo cual las asisten en su conocimiento de las reglas que pone el Partido Demócrata para la inscripción de precandidatos; las asisten en las técnicas y métodos para recolectar fondos, habida cuenta de los altos costos de una campaña política; las capacitan para establecer focos puntuales en el discurso de campaña; las asesoran en las artes oratorias, dado que las campañas electorales estadounidenses son intrínsecamente mediáticas. Y además, una cosa muy importante: se capacita a quienes desean ser candidatos para que sepan “recoger” las inquietudes y peticiones más intensas de los electores en el distrito local. Por último, activistas de “Indivisible” ayudan a los precandidatos a llenar el papeleo oficial para registrarse como contendientes en las elecciones primarias del Partido Demócrata.
Esta labor de OSC como “Indivisible” es complementada por OSC dedicadas específicamente a apoyar, entrenar y asesorar a mujeres pre-candidatas y candidatas a puestos de elección popular. El caso más conocido es el de la OSC “Emily’s List” (https://www.emilyslist.org/) la cual realiza estas labores de apoyo y asesoría a mujeres de posiciones progresistas y feministas, ayudándolas a la labor clave de recolectar fondos de campaña, y a la manera de preparar campañas exitosas.
El éxito de esta OSC, Emily’s List puede ser comprendido de la manera siguiente: el Partido Demócrata necesitaba desbancar a 23 representantes del Partido Republicano para lograr imponerse como mayoría legislativa: pues bien, 23 candidatas pertenecientes a las listas de “Emily’s” triunfaron y resultaron decisivas para esta derrota de la derecha. Lauren Underwood forma parte de las miles de mujeres apoyadas por este tipo de OSC como “Indivisible” y “Emily’s List”.
En su carrera para convertirse en la candidata oficial demócrata, Lauren Underwood tuvo que pasar la aduana de las elecciones primarias (marzo 2018) del Partido Demócrata, en las cuales, de manera sorprendente, derrotó a seis varones “blancos”.
La fórmula del éxito electoral, y de la estrella ascendente de la enfermera afroamericana, consistió en una campaña de proximidad, de contacto personal diario con las y los electores del distrito; en estos andares, Underwood fue puliendo una oferta electoral centrada en no solo en la defensa del Obamacare, sino en su eventual extensión y mayor cobertura, denunciando a su rival republicano como un agente de los intereses de los más ricos, y de las compañías farmacéuticas. Como un político ajeno a los intereses de sus supuestos representados, y quien jugaba con la carta trumpista del “Make America Great Again” solo para enmascarar su compromiso con un gobierno y poder legislativo al servicio de las capas sociales más ricas.
La enfermera en campaña, sin embargo, evitó al máximo el hacer referencia a Trump, para evitar caer en la trampa de este personaje: que las críticas hacia Trump fueran asumidas por ciertas personas “blancas” como una crítica hacia ellas; que las críticas hacia Trump fueran interpretadas como un ajuste de cuentas, como una revancha y venganza por el triunfo de este hombre en el 2016.
El millonario neoyorquino, por su parte, se involucró de manera muy intensa en la campaña electoral, haciendo lo que sabe hacer mejor: provocando con discursos llenos de descalificación, divisivos, alentando los resentimientos sociales, profundizando la polarización ideológica, trazando líneas divisorias entre los “patriotas” (es decir, los seguidores de Trump) y los antipatriotas (sus críticos en los medios, la academia, las OSC).
Y así, la modesta enfermera afroamericana Lauren Underwood demostró que estaban equivocadas las pésimas previsiones que anticipaban su estruendosa derrota electoral por parte de un colmilludo político republicano “blanco”, varón, pro-Trump, rico, en un distrito electoral republicano, compuesto por una mayoría de electores “blancos”, y que se habían decantado en el 2016 por Trump (https://www.chicagotribune.com/news/local/politics/ct-met-lauren-underwood-makes-history-20181113-story.html). Refiriéndonos, como dicen los cronistas deportivos, a la frialdad de los números finales de la contienda, Underwood obtuvo el 51,9% (142,261) de los votos válidos, frente al 48,1% (131,816) capturado por el hasta entonces diputado republicano Hultgren.
Llega el momento de plantear algunas reflexiones a modo de modesta conclusión, si es que puede hablarse de conclusión en un proceso electoral que expresa cambios de profundidad, y continuidades subyacentes y arraigadas en la(s) sociedad(es) y cultura(s) de nuestro inquietante y a veces percibido como indescifrable vecino del norte, los Estados Unidos.
¿Qué nos sugiere la historia de la enfermera Lauren Underwood?
Primero, que es posible el recorrido de un sendero que comienza desde la posición de ciudadana “común y corriente”, con poca o nula experiencia en lides político-electorales, pero animadas con una enorme motivación para resistir agravios, para superar este estado de agravio, enojo e irritación contra cierto partido o personajes políticos, para perseverar en la búsqueda de apoyos sólidos que puedan darle plausibilidad a sus inquietudes de participación en la política electoral, para construirse y mantener una personalidad resiliente y proactiva en medio de las duras pruebas que salen al paso durante la campaña: los debates con los adversarios, las críticas y revelaciones (a menudo escandalosas) hechas por los medios, los derrapes y errores discursivos. Y desde luego, el establecer un discurso y oferta electoral que sean efectivos en procesos electorales tan mediatizados y mediáticos como los estadounidenses.
En suma, la democracia, cuando es asumida personalmente como una red de recursos, y no tanto como una lista de barreras, hace transitable la ruta que comienza con una manifestación, con una persona más entre los miles de manifestantes, que sigue con una superación del estado de enojo, que implica la posibilidad de que la ciudadana o ciudadano se construya a sí mismo como agente y actor político labrándose y apropiándose de las redes de apoyos existentes, continuar esa construcción personal en tanto actor político dentro del tinglado electoral, partidista, mediático. Y coronar esta brillante auto-constitución, auto-construcción, auto-didactismo político, con triunfos logrados frente a adversarios que parecían imbatibles.
La segunda lección, me parece, tiene ciertas resonancias negativas para nosotras y nosotros, los ciudadanos mexicanos. Lauren Underwood no es una militante del Partido Demócrata. Mucho menos es una “política” que forme parte de la burocracia partidista local, regional o nacional.
Gracias a su empuje, al empuje de sus conocidas en las Marchas de las Mujeres, al apoyo de OSC como “Emily’s List”, y a la existencia de elecciones primarias dentro del Partido Demócrata, la enfermera Underwood pudo remontar su estado inicial de irritación y enojo, hasta construirse como una actor-agente polìtica exitosa. En suma, los partidos políticos y sus burocracias (o, como las llamamos en México, sus “tribus”) no son barreras irremontable ni insuperables: las y los ciudadanos, si han sabido allegarse los apoyos organizados necesarios –por ejemplo, las OSC mencionadas- y logrado despertar el interés entre un sector de los electores locales, están en condiciones de derribar esas barreras buropartidistas y forzar a los burócratas del partido político para que los inscriban en las lides electorales internas.
Desgraciadamente, esa no es para nada la situación que tenemos en México. Aquí, las burocracias y los hombres fuertes de cada partido tienen capturadas a estas instituciones públicas, los partidos, de manera que están en condiciones de imponer a sus allegados o aliados en cierta posición, candidatura o escaño.
Aquí, parece imposible el que tenga lugar una notable carrera política prácticamente desde cero, como la de la enfermera Underwood.
Aquí en México, no existen elecciones primarias.
Aquí en México, lo que sí existe es toda una red discursiva justificatoria y de prácticas de simulación que le cierran el paso a prácticas democráticas: lo que tenemos don distintas variedades del llamado “dedazo” o imposición vertical de decisiones por parte tanto de líderes, como de burocracias partidistas.
Una tercera lección o reflexión a propósito del relato sobre Lauren Underwood. Es muy factible el lograr la conversión de los sentimientos de irritación, resentimiento, pesimismo y enojo, hacia el registro de la auto-construcción de uno mismo y de quienes están en nuestro entorno social, familiar, laboral, en cuanto agentes y actores políticos.
Conviene decir que la auto-construcción como actor político no se reduce a la posibilidad de convertirse eventualmente en un candidato a cierto puesto de elección popular. Está el caso de fundar, o participar en una Organización de la Sociedad Civil como las que se han mencionado: “Indivisible”, “Emily’s List”, y decenas, si no es que cientos, de organizaciones locales y regionales dedicadas a mantener movilizadas a las personas opositoras a la presidencia de Trump, a las políticas y a las ideologías de la derecha y ultraderecha estadounidenses (http://time.com/longform/democrat-midterm-strategy).
No por nada, se ha llamado con justa razón a las pasadas elecciones estadounidenses del 6 de noviembre “las elecciones del activismo”. La victoria electoral de la oposición a Trump le debe mucho a esta red de ciudadanas, ciudadanos, organizaciones, que tejió vínculos de colaboración, solidaridad y apoyo partiendo de los niveles locales, hasta los niveles de los estados y del país en su conjunto.
Tras las elecciones legislativas del 6 de noviembre pasado, la oposición liberal y de izquierda tiene la mayoría en la Cámara de Representantes, y un mandato claro respecto a la defensa y eventual expansión del sistema de asistencia médica semi-gratuito, y respecto a, en general, ponerle límites a la presidencia de Trump. En el horizonte se asoma la posibilidad de profundizar las investigaciones sobre la intervención a favor de Trump por parte del gobierno ruso, en las elecciones del 2016.
Y con ello, la eventualidad de un proceso de destitución. El tema es complejo, dado que el Partido Republicano conservó la mayoría en la Cámara de Senadores, y en tal posición puede bloquear las intentonas de una anhelada destitución del millonario neoyorquino.
Otro tema, el cual vale la pena seguir analizando, es el de las transformaciones en el seno de las derechas e izquierdas estadounidenses. Por ahora, la jornada electoral del 6 de noviembre muestra a un electorado claramente dividido en dos grandes grupos:
De un lado, los estadounidenses “blancos” que viven en localidades rurales y semi-rurales, junto con un gran sector de la clase obrera “blanca” y urbana, conforman la base social de las derechas estadounidenses. Podríamos decir que son los sectores del nativismo anglosajón duro, opuesto al multiculturalismo, a la globalización económica y a la inmigración procedente del Tercer Mundo; se trata, por lo demás, de sectores sociales muy sensibles a la propaganda xenófoba y racista.
Del otro lado, tenemos a una muy amplia mirada de capas y sectores sociales de distinta composición étnica y de clase social, en la cual destaca por sobre todo el electorado femenino, quien fue el grupo demográfico que con su voto anti-trumpista, decidió el resultado de la elección (https://www.vox.com/policy-and-politics/2018/11/7/18024742/midterm-results-record-women-win ).
Es el partido social de la diversidad, de la inclusión, de la ampliación de las acciones afirmativas que benefician a los grupos sociales desfavorecidos. Entre sus componentes sociales, se encuentran electores de las privilegiadas zonas suburbanas, muy probablemente opuestos a la xenofobia y al racismo, así como a la personalidad y arranques vulgares del actual mandatario, Trump.
Quisiera terminar este escrito con una nota de optimismo. El triunfo electoral en México de Andrés Manuel López Obrador, y el sonado triunfo electoral de los sectores liberales y progresistas en los Estados Unidos, son una señal significativa de que la ola ultraderechista en el mundo puede haber encontrado sus límites. Por ejemplo, el siniestro Jair Bolsonaro, en Brasil, contará con un Trump convertido en un aliado debilitado y a la defensiva, además de encontrarse en un ciclo político descendiente. Así como el Brasil replicó el ascenso ultraderechista, ¿podrán sus grupos progresistas recuperarse del descrédito y la derrota para replicar el triunfo demócrata en Estados Unidos?
El hecho es que el tablero de ajedrez en la geopolítica mundial presenta otra formación de fuerzas y de piezas, de movimientos y de escenarios futuros, muy diferente a la alharaca triunfalista de las ultraderechas mundiales.
Realidades distintas, paralelismo únicamente en la parte del activismo a ras de tierra, quien se interese ven la política deberá hacer caso a este ejemplo y al análisis aquí presentado. Felicitaciones.