Por: Myriam Corte
Hace unos días de regreso a casa, después de la jornada de trabajo, en el transporte colectivo fui testigo de una pelea entre dos mujeres (una más joven que la otra). Por lo que discutían, la mujer mayor comenzó a reclamar a la otra mujer ¿por qué andaba de arrastrada con su marido? La respuesta inmediata fue una negación, pero al calor de las palabras, la mujer joven respondió que su marido tenía razón: “Él me dice que no lo dejas porque ya estas vieja y ya no puedes conseguirte a otro”. Los golpes fueron la acción inmediata.
Un pasajero intentó separarlas y el resto apoyamos con los objetos de las mujeres que entre la pelea cayeron al piso. Rabia, coraje, dolor, angustia se veían plasmados en el rostro de las mujeres. El autobús se detuvo y después de separarlas la más joven bajó del transporte, la mujer mayor tomó un asiento que otra pasajera le cedió y el viaje continuó.
El hecho me sorprendió bastante, supongo que al resto de las personas también; sin embargo, no pude dejar de pensar lo que ambas mujeres estaban sintiendo, sentimientos encontrados imaginé.
Esta situación, desafortunadamente ejemplifica sólo un tipo de violencia a la que las mujeres estamos expuestas. En este caso, desde mi perspectiva, ambas mujeres fueron víctimas de las reglas que ya están impuestas. Una luchando por su “hombre” y la otra adoptando el papel de la “querida”. Y el hombre brillando por su ausencia y responsabilidad ante esta situación.
Para mencionar sólo un caso más, en esta semana se difundió en la red social Facebook y la revista Proceso lo retomó después, el caso de Viridiana Castillejos, de 23 años, estudiante de Administración de Empresas, quien acusó que su ex pareja sentimental, Fred Muñoz Nataren, de quien se había separado hace tiempo por golpearla delante de su hijo, la secuestró luego de que ella rechazó su propuesta de matrimonio.
De Tapachula, Chiapas, Castillejos denunció que su ex novio la arrastró al interior de una habitación donde la golpeó, violó e intentó desfigurarle el rostro con una mancuerna de metal, lo anterior ocurrió el pasado 21 de febrero. (Información de la revista Proceso)
Ante estas situaciones me sigo preguntando ¿Qué está pasando? ¿Por qué se repite una y otra vez algún tipo de violencia? Una violencia que puede ser de mujer a mujer, de hombre a mujer y los demás derivados.
Se pueden numerar más casos como los feminicidios que van en aumento en el Estado de México, el despido injustificado de mujeres cuando deciden tener un hijo, el acoso en las calles, en el transporte o en el trabajo, críticas a aquellas que deciden abortar o que los puestos de alto rango en el sector público estén destinados mayoritariamente para hombres.
En el texto de Sandra Harding publicado en el libro Investigación feminista. Epistemología metodología y representaciones sociales, editado por la UNAM, elabora una serie de cuestionamientos interesantes que sirven para la reflexión, análisis y avance de estos espacios ya conquistados por nuestras antecesoras pero que aún se necesitan consolidar y acrecentar.
Por ejemplo, Harding señala: ¿Cómo fue que la violencia contra las mujeres, en todas las clases y las razas de nuestra moderna sociedad occidental -generalmente cometida por hombres de sus propios grupos sociales en los que supuestamente las mujeres podían confiar- llegó a ser persistentemente interpretada por los sistemas legales como algo que las mujeres “se buscan” y que cometen “hombres anormales”? ¿Cómo es que dos jornadas de trabajo, una de ellas no remunerada, era considerada normal y deseable para las mujeres pero no para los hombres? ¿Cómo es posible que las mujeres que estaban pasando por acontecimientos biológicos tan evidentes en la vida como la menstruación, el parto y la menopausia fueran tratadas por los médicos como si estuvieran enfermas? ¿Qué procesos sociales hicieron sostenible la creencia de que las mujeres no hicieron contribuciones a la evolución humana?
Con estas preguntas podemos comenzar a cuestionarnos qué estamos haciendo nosotras como género por nosotras mismas, cuáles patrones seguimos reproduciendo y qué nos falta por hacer. Los cambios como la historia nos ha demostrado se han dado poco a poco, se han ganado luchas y espacios que han dejado beneficios que hoy otras disfrutamos.
Sin embargo, el quehacer en este rubro aún no termina, hay tarea pendiente que mujeres que pensamos en que la igualdad entre géneros es posible debemos continuar impulsando. Aprovecho el espacio para compartir una campaña que la organización Fondo Semillas, impulsó en este marco del Día Internacional de la mujer llamada #SinDarnosCuenta que ejemplifica la violencia que hay en las letras de canciones que comúnmente podemos reproducir “sin darnos cuenta” del mensaje que contienen.