Por: Emiliano Castro.
¿Por qué en México no hay disturbios?
Aquí con “disturbio” se busca traducir el término “riot”, el cual fue usado en ciertos momentos, para describir las protestas en Ferguson y Baltimore contra las acciones de ilegítima violencia de la policía con un perfil racial. Salvando las diferencias entre los fenómenos en ambos casos, éstos muestran abundantes rasgos en común, que pueden servirnos para pensar la fisiognomía del disturbio. Aquí listo algunos:
1. Primero que nada, ambas protestas estallaron por presuntos intentos de arresto por parte de policías blancos a jóvenes negros que, por acciones ilegales y negligentes de la autoridad durante su detención, terminaron muertos. Esto ha detonado tanto críticas a la brutalidad policiaca como señalamientos sobre el contenido racista de dichos acontecimientos. Tanto en el caso de Michael Brown en Ferguson como en el de Freddie Grey en Baltimore, la policía ha tenido problemas para probar que las detenciones siquiera fueron justificadas. En el caso de Brown, si bien se ha alegado que era sospechoso de robo a mano armada persiste la duda de que el agente que le disparó tuviera noticias de esto. En el caso de Gray los policías en juicio por su asesinato alegan que tenía un cuchillo ilegal en el bolsillo, pero en los videos de su detención no se aprecia ninguna causa real de ello.
Estos casos se han levantado también, como la punta del iceberg de un problema de brutalidad policiaca con contenido racial, que puede verse en todos los Estados Unidos. Por eso, actualmente son objeto de investigación más de 20 departamentos de policía en este país. Por ejemplo, la policía de Newark fue incapaz de proporcionar una razón que justificara el 75% de las detenciones en un lapso de 3 años. En Ferguson, el 67% de la población es negra pero el 85% de las detenciones de tráfico correspondió a ciudadanos negros, así como el 93% de los arrestos entre 2012 y 2014. Más aún, el 88% de las detenciones en que se usó fuerza, fue contra ciudadanos negros y 14 casos que involucraron la mordedura de un perro policía.
Baltimore ha gastado desde 2011, 5.7 millones de dólares en arreglos extrajudiciales en demandas por violación de derechos civiles por parte de la policía. Aún así, está muy por detrás de Chicago con casi 130 millones en el mismo lapso. Y finalmente, los datos del FBI revelan que las policías locales reportan a las autoridades federales un promedio de 96 negros asesinados al año (o sea, 2 a la semana), el 18% menores de edad. Todo esto muestra que detrás de las protestas hay un problema más profundo de brutalidad policiaca con un tinte racial.
2. En cuanto a las ciudades, tanto Ferguson como Baltimore tienen un 66 y 63% de población negra respectivamente. Ambas ciudades han vivido un descenso en su población de un promedio de 5% en los últimos 15 años. Las cuales se encuentran cercanas al extremo más bajo en la lista del ingreso per cápita.
Los precios de las viviendas en Ferguson se han desplomado hasta sus puntos más bajos en 2013 y 2014. Mientras que en Baltimore se ha desarrollado una situación de desigualdad muy particular, en donde la estratificación en la ciudad ha llevado al desarrollo de barrios terriblemente desiguales. Mientras que en la zona de Roland Park el ingreso per cápita alcanza los 106.000 dolares anuales, el barrio marginado de Sandtown tiene un ingreso de 24.800.
También, en Standown las posibilidades de ser asesinado se multiplican por 15 y los índices de sida por 20. Zonas como Seton Hill tienen una expectativa de vida menor a la de Irak o Siria. Y si bien la situación de la vivienda en Baltimore no luce igual en las gráficas que en Ferguson, los barrios como Sandtown están repletos de casas abandonadas, viniéndose abajo por falta de mantenimiento. Deviniendo, como lo describe el activista comunitario y ex dealer Travon Addison, una dolorosa normalidad.
En general, tanto Ferguson como Baltimore son ciudades que expresan el lado oscuro del sueño americano. Son lugares que expresan el peso de una crisis económica que no solamente ha llevado al derrumbe del poder adquisitivo sino de las ilusiones en una vida digna. No en vano le han llamado a Sandtown “el barrio de la desilusión”.
3. Sobre la participación en las manifestaciones hay un par de cuestiones a considerar. Primero que nada, vale mencionar el carácter sui generis de los participantes. Pues se ha visto presencia de figuras religiosas, artistas, activistas comunitarios, familias y hasta pandillas.
A pesar del origen variado, la mayoría de los participantes han sido jóvenes y adultos de entre 18 y 35 años. También vale señalar que en las manifestaciones tanto en Ferguson como en Baltimore se han registrado manifestantes de otros estados, que se desplazaron exclusivamente para ello. De cualquier modo, no se perciben bloques organizados por escuelas o centros de trabajo o barrios sino que, más bien, reina en lo general, un cierto grado de disgregación.
4. Las manifestaciones no suelen darse, al menos en sus inicios, en plazas públicas o frente a edificios estatales o monumentos (como sí pasa en muchos otros países). La mayoría de las protestas se dan, en los primeros momentos, en zonas residenciales, entre edificios habitacionales y pequeños negocios. Muchas veces las protestas orbitan la zona de los acontecimientos violentos que las detonaron.
5. La dinámica de las protestas suele tener tres momentos. Una jornada de protesta en las zonas residenciales, se convierte durante la noche en saqueos a negocios y vandalismo. Después de esto la policía local pide apoyo de las fuerzas federales y despliega un potente aparato represivo militarizado acompañado de un toque de queda. Luego las protestas se convierten en un juego de desafío al toque de queda. Se abre un debate entre los manifestantes y mientras unos insisten en volver a casa otros se mantienen en las calles hasta cumplirse la hora del toque de queda. En cuanto da la hora en que entra en vigor el toque de queda, suelen registrarse enfrentamientos desorganizados entre policías y manifestantes. Algunas veces, particularmente en Ferguson, se han registrado disparos desde los dos lados, durante estas refriegas que suelen concluir después de no más de una hora, con granadas de aturdimiento y bombas de gas lacrimógeno que disuelven los núcleos que resisten al toque de queda.
Aunque se han registrado ciertas detenciones durante estas refriegas, la dinámica básicamente concluye con la disolución de los núcleos y el establecimiento del toque de queda. Después de esto, y muchas veces en respuesta a los procesos legales por brutalidad policiaca, las protestas adoptan una nueva forma más familiar para nosotros. En este tercer momento, las protestas se concentran más y ahora se dan en espacios públicos como plazas públicas, centros comerciales y el freeway (estas autopistas interurbanas de cuatro carriles o más, que se encuentran hasta cierto grado aisladas de las zonas habitadas de la ciudad, que tienen un marcado acento anti-humano, dejando claros que son espacios para los automóviles y no para las personas).
6. Una de las características fisionómicas más curiosas de las protestas en Ferguson y Baltimore es la cuestión de la concentración. Estamos acostumbrados a que tanto en México como en muchos otros países las protestas tengan la apariencia de concentraciones de gente, –muchas veces organizadas en contingentes por centro de trabajo, estudio o zona donde viven– que se reúnen en plazas públicas, en las que se acostumbra protestar, los contingentes se agrupan en una gran columna de manifestantes, que toma alguna avenida coloreada por las pancartas y mantas.
En cambio, las protestas en Ferguson y Baltimore tuvieron, al menos en sus primeros dos momentos, una apariencia diferente. Las personas se reunían, como ya dije, en zonas residenciales y no formaban ni contingentes ni columnas. Más bien vimos a grupos de personas que no excedían de 10 miembros paseando por la acera en los alrededores de la zona residencial, algunos con pancartas, otros no; de vez en cuando bajando de la acera a la calle. Se veían diálogos entre estos pequeños grupos que a veces cantaban consignas. Esta dinámica se mantenía hasta que algo como un escarmiento policiaco fomentaba que, en su momento se dividieran entre los que querían participar en el enfrentamiento y los que no. Llevando, finalmente a que la ofensiva policiaca los disolviera definitivamente. Estos grupos solían ser de familias o de amigos que se movían juntos por la calle.
7. Esta configuración también ha tenido su repercusión en las disposición de los operativos policiacos. Mientras que, en las protestas a las que estamos acostumbrados; la policía suele operar formando vallas metálicas y de escudos en puntos clave, para resguardar edificios o frenar el avance de la columna por la calle. Llegando a veces, a extender esta valla a los alrededores de los contingentes o la columna completa, formando lo que hemos tenido por llamar “encapsulamiento”.
En cambio, en las protestas que aquí nos ocupan, la policía suele establecerse con vehículos blindados en esquinas de avenidas grandes o lugares como paradas de camión y gasolineras de las antes mencionadas zonas residenciales. Los enfrentamientos se han dado entre grupos pequeños de policías y manifestantes, no ha habido necesidad de vallas porque los manifestantes no van a ningún lado. Los enfrentamientos se dieron o al estallar los actos vandálicos, o al cumplirse la hora del toque de queda. También vale señalar que, durante las protestas se ha hecho gala de fuerzas policiacas militarizadas, las cuales presentaron una mano muy dura frente a los manifestantes.
Todo esto nos da para pintar un escenario general. Primero que nada, existe un problema de fondo de estratificación en ciertas ciudades norteamericanas con un tinte racial fuerte, construyendo una especie de guetos modernos. La población negra y de otras minorías no se encuentran realmente en minoría en estas zonas, pues mientras que en EU la población negra representa un 12%, en estas ciudades representan más de un 60%, por ejemplo. Llegando a dar la impresión de que hay una relación entre la estratificación y la marginación racial. Sumado esto a los índices de brutalidad policiaca de todos los Estados Unidos, no es difícil ver por qué la población de estas regiones se siente en un riesgo mayor frente a la policía.
Una encuesta del año pasado del Atlantic Media/Siemens State of the City poll revela que, el 65% de los habitantes de ciudad, pertenecientes a una minoría, dicen no tener mucha confianza en la policía de sus localidades. Esto es lo que hay detrás del descontento.
Por otro lado, las protestas tienen una fisionomía muy diferente a la que estamos acostumbrados, están marcadas por la dispersión espacial y temporal. Esto no demerita para nada los esfuerzos de los manifestantes, sólo es una forma particular que la protesta ha tomado en estas regiones de EU.
De todo esto me atrevo a adelantar una descripción fisiognómica del disturbio (riot) a la luz de los acontecimientos de Ferguson y Baltimore:
- El disturbio se da como una expresión de descontento acumulado, que si bien, detona por un caso concreto, revela un proceso más profundo. Se trata de una expresión de descontento orgánico, no por esto o aquello sino, en el fondo, por todo. Por el peso de un orden institucional que ya no se ostenta como imparcial, sino como cargado en tu contra y que se ha normalizado (en los 60’s este orden normalizado era ostentado por “the man”).
- El disturbio envuelve a mucha gente inconforme, pero que no participa de manera activa en política anteriormente o que, por lo menos, no se encontraba organizada. Fuerza o forza también a organizaciones con una actividad no directamente política a entrar al escenario político (iglesias, pandillas, clubes de armas, etc.)
- Su carácter tan espontaneo y a la vez profundo lleva a que, el descontento se exprese de forma desorganizada. Siguiendo la imagen de la columna de la manifestación contra los grupos de 10 manifestantes de los disturbios, el descontento se disemina y por ello no se dirige hacia un choque (contra una valla policiaca por ejemplo) sino que se expresa en todas direcciones, incluso chocando contra sí (como vemos en las discusiones entre manifestantes).
- A pesar de esto, los disturbios apuntan contra pilares de los problemas que aquejan a los pobladores; la propiedad privada, la ciudad anti-humana y las fuerzas policiacas.
Finalmente, el disturbio se presenta desde mi punto de vista, como una grieta en una “normalidad” dolorosa en la que, los pobladores de regiones estratificadas reciben la peor parte del trato. Es el contacto con una fuerza desorganizada, sin dirección pero, a la vez, primitiva y bruta, es decir, sin moldear. Hay algo en las formas de protestar a las que estamos acostumbrados que nos tiene, pues, acostumbrados. Ha devenido costumbre, esa fuerza de descontento está demasiado domada para ir por canales ya definidos.
Con todo esto no sugiero que debamos emular la lógica del disturbio en nuestros países; sino que, los disturbios son señas de fuerzas primitivas de descontento. Y que muestran cómo la “normalidad” en los Estados Unidos se está desgarrando. Poco a poco la fuga de esta normalidad va ganando su propia lógica. Lo que sí nos valdría es aprender de la frescura de su descontento para devolverle vitalidad a las formas acostumbradas de protestar y devolverles su capacidad de adaptarse a nuevas condiciones.
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