Erick Arceo
Ciudad de México, 10 de junio de 2013
El lunes se pintaba de gris anunciando la lluvia que se avecinaba, quizás era un indicio del sentimiento de generaciones pasadas reclamándonos por los ánimos del presente.
Aquella tarde asistieron diferentes organizaciones sociales, quienes hacían resonar con su voz, varias cuadras antes de llegar al punto de encuentro. Entre las cuales se encontraban: Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, Liga de Trabajadores por el Socialismo, Colectivo Pan y Rosas, Juventud Anticapitalista, Socialista y Revolucionaria, Frente Oriente, la Coordinadora Nacional de Trabajadores por la Educación, Defensa Coatlicue; asimismo representantes estudiantiles como el Instituto Politécnico Nacional (IPN), Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).
En las inmediaciones del Casco de Santo Tomás, alrededor de las 4:14pm, no se vislumbraba ningún cinturón de seguridad por parte de los azules, al menos eso parecía a nuestra llegada, con el contingente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Dirigidos por el altavoz, los diferentes bloques de representación se fueron reuniendo, para empezar la conmemorativa marcha. De forma tranquila y animosa, a pesar de la apática participación por parte de la población en un principio, llegamos a la esquina enfrente de la Normal Superior de México; sitio emblemático donde nos reunimos para guardar con un minuto de silencio y mostrar respeto, por aquellos que ya no pueden alzar la voz.
Sí, los pocos que recordamos y no fuimos intimidados por las pasadas agresiones, devenidas de los resultados de sexenios tras sexenios de opresión. Llegamos para recordarle al pueblo, que el 10 de junio de 1971 fue derramada sangre de estudiantes, quienes lucharon por principios y valores que hoy son violados.
El momento era de respeto y solemnidad, para los jóvenes que perdieron la vida en aquél lugar; y tal parecía que terminaría como una marcha más, pero al llegar a la plancha del zócalo de la Ciudad de México, sin ninguna novedad o provocación, descubrimos a miles de elementos de las diferentes corporaciones policíacas y cientos de ellos, vestidos de civiles.
Las fuerzas armadas hacían un contraste con el número de gente que asistió. Ésto detonó en un latente abuso policíaco, pues provocando y amenazando con romper la concentración de manifestantes, atacaron y tomaron a compañeros, los cuales como siempre fueron detenidos y algunos de ellos, inclusive siendo pacifistas que intentaban evitar la confrontación.
El día que parecía luctuoso terminó con brotes violentos entre algunos provocadores donde: volaron piedras y en consecuencia descalabraron a una compañera periodista de la FCPyS, UNAM. Se detonaron varios petardos y los mismos granaderos respondían con piedras, incluso agredieron a unos cuantos desprevenidos que vieron solos.
Hubo confusión en varios momentos, lo que orillaba a enfrentamientos verbales e inclusive una bomba molotov incendió algunas botas azules; algunos jóvenes que se manifestaban pacíficamente y actuaban por su propia cuenta, fueron brutalmente golpeados con escudos.
Un grupo de personas capturaron a Pedro Bello, agente del gobierno del Distrito Federal, para solicitar un intercambio por un compañero detenido. La orden no se hizo esperar y los diferentes cuerpos de granaderos arremetieron contra los manifestantes, quienes se dispersaron en diferentes direcciones y otros más, abandonaron la plancha del zócalo de la ciudad.
Aquella tarde, en el “Halconazo 2013”, el mensaje fue claro: intimidación y violencia, con agresiones a manifestantes y periodistas. Así, una vez más, el escenario se repite con detenciones arbitrarias realizadas por las fuerzas de “seguridad pública”.