Por: Tiyako Felipe
México es una diversidad de culturas y de cosmovisiones. Durante la celebración del día de muertos, que para algunos es de origen prehispánico y para otros producto del nacionalismo del siglo XX, las diversas formas de entender el mundo se despliegan en cada una de las ofrendas de los hogares de los mexicanos. Lo más común es el uso de la flor de cempasúchil, pero conforme uno se va adentrando en los colores, los aromas, los sabores y los tiempos de colocación de cada ofrenda se va teniendo una experiencia realmente impresionante.
En los pueblos indígenas las diversas cosmovisiones se van materializando en el altar de muertos y la gastronomía para agasajar a quienes se han adelantado en el camino. Para algunos, los primeros en llegar son los que partieron de forma violenta o inesperada. En otros casos, son las niñas y los niños los primeros en llegar a visitar la ofrenda. Aunque también para algunas culturas suelen venir todos juntos.
Los tepehuas de Hidalgo, el día 31 de octubre a las 12:00 del día recibirán a los visitantes más pequeños. En la ofrenda colocarán alimentos relacionados con lo dulce y sin picante, es decir les pondrán pula’stap (tamal de frijol), ataljman (tamal de frijol molido), xkaj (tamales de ajonjolí y chile seco), café, pan, dulces; caldo de pollo, pascal de pipián, dulce de calabaza, hasta refrescos de cola o jugos de sabor.
Los otomíes del valle del Mezquital esperan a los niños y las niñas al medio día del 1 de noviembre. Los esperarán con tamales, tlacoyos, chocolate y pan de ángel, hecho a base de harina, colorante y azúcar.
Para los Tu’un Savi (mixtecos) los distinguidos visitantes llegan todos juntos desde el día 28 de octubre. Les ofrendan comúnmente tamales, pozole, mucha fruta; sin faltar la tradicional coca, las cervezas y el aguardiente. Los nahuas de Tlaxcala esperan a los y las niñas el 31 de octubre al medio día. Se les ofrendan tamales, atole, mole, flores, agua y fruta. En San Martín Tecorrales, Olinalá, montaña de Guerrero, los fieles difuntos vienen todos juntos el 31 de octubre, por eso van los rezanderos y la comunidad al campo santo para traer a los fieles difuntos a sus casas. Durante la tarde/noche colocan la ofrenda para los niños y al amanecer del 1 de noviembre colocan la ofrenda para los adultos.
En la Ciudad de México ya ni que decir de la gran diversidad de cosmovisiones que se cruzan entre aquellos que han migrado históricamente del campo a la cuidad y quienes han ido moldeando sus formas particulares de mantener viva una tradición que es patrimonio cultural de la humanidad: la celebración a los muertos.