Myriam Corte Cortes
Ciudad de México, 10 de junio de 2013
El jueves 10 de junio de 1971 coincidió con una fecha en la que tradicionalmente, para los católicos creyentes es un día de contemplación y meditación sobre el misterio de la presencia de Cristo en el Sacramento de la Eucaristía; mejor conocido como Jueves de Corpus Cristi. Para otros significó: confusión, frustración y muerte, principalmente para los estudiantes.
Aquella tarde a las afueras de la Escuela Normal Superior, los halcones, grupo de choque creado por quien fuese secretario de gobernación en el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, y en ese entonces presidente de la República Luis Echeverría, volvió a demostrar el método con que el gobierno solucionaba los conflictos sociales: represión y violencia.
Los estudiantes, luego de vivir una represión mayúscula tres años antes el 2 de octubre de 1968, armados de valor volvieron a tomar las calles en apoyo a la Universidad Autónoma de Nuevo León, cuyo rector fue depuesto por un militar, provocando la inconformidad generalizada de los alumnos y de los estudiantes de todo el país, que al unísono gritaron: ¡No que no, sí que sí, ya volvimos a salir! Sin imaginar la violenta respuesta del gobierno.
Los halcones preparados con palos y armas salieron de camiones de basura -como lo relataron diversos testigos- para ahuyentar, disuadir, golpear, matar y desaparecer a los estudiantes. En las calles de los alrededores se vislumbró confusión y miedo.
Al conocido estilo del “garrote”, los estudiantes cayeron uno a uno. Los menos lograron escapar o esconderse en casas de los vecinos del lugar que caritativamente les ofrecieron cobijo. Pero ¿cuántos estudiantes cayeron ese jueves de Corpus?, ¿dónde quedaron los desaparecidos?
Han pasado ya 42 años del trágico 10 de junio de 1971 y antes como ahora México está gobernado por el PRI, para quien aún el “palo” es prioridad.
Basta recordar el primero de diciembre del año pasado (#1DMX), con Enrique Peña Nieto asumiendo la presidencia para verificar que la represión y violencia serán también el “pan” de este sexenio. Los diversos grupos sociales que protestaron y manifestaron su inconformidad por la imposición una vez más de un presidente fueron totalmente reprimidos.
Desafortunadamente este panorama ratifica que sigue siendo un delito ser estudiante; no queda duda de que cualquier movimiento social (estudiantil, magisterial, obrero) seguirá siendo reprimido.
Las similitudes entre 1971 y el 2013, son más de las que podemos distinguir a simple vista: miedo, angustia, confusión y frustración. Sin embargo siempre habrá otros escenarios, en los que la sociedad apele a la organización, el trabajo en conjunto, redes, conciencia y capacidad de creer y construir otra realidad.
Una realidad que se construya considerando a todas y todos, una realidad donde no tenga cabida una matanza más. Hoy comenzamos a construir ésta ansiada realidad, ejemplo de ello es la policía comunitaria que en algunos Estados del sur-sureste del país se sigue consolidando para hacer frente a la enorme ola de violencia a la que estos pueblos están expuestos o las diversas movilizaciones sociales en las cuales se vuelve a gritar: ¡No que no, sí que sí, ya volvimos a salir!
Hay similitudes que se deben cuestionar, aún queda mucha tarea pendiente por realizar que no debe quedar en el olvido, como tampoco aquellos estudiantes que esa tarde del 10 de junio cayeron en las inmediaciones de la avenida San Cosme, pero debemos hacerlo con una convicción firme: transformar nuestra realidad.
Muy buen texto!!!