Por: Martín López Gallegos
El 17 de mayo de 1990, la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) suprimió la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales; a partir de entonces se celebra el “Día Internacional contra la Homofobia”. Aunque se continúan realizando algunas adecuaciones en la conmemoración de esta fecha. Tanto así que, desde el año 2004 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) conmemora el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia.
Esta iniciativa nace con el fin de eliminar todas las actitudes discriminatorias contra las personas por su preferencia sexual o de género. La ONU en México afirmó en la más reciente encuesta de bullyng homofóbico, que el 85 por ciento de los gays aseguran que no hacen pública su preferencia sexual por miedo a sufrir discriminación en su familia. Por ello, la más urgente demanda de la comunidad homosexual es una ley o mejores leyes contra la discriminación y la homofobia.
De acuerdo a información del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) en México: “el Decreto presidencial del 21 de marzo de 2014, derogó el Día de la Tolerancia y el Respeto a las Preferencias instaurado en 2010; en su lugar, estableció el 17 de mayo como el Día Nacional de la Lucha contra la Homofobia”.
El sentido de esta acción tuvo como objetivo otorgar un digno reconocimiento a la comunidad LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgéneros e Intersexuales) y, de esta forma, conmemorar la fecha en consonancia con la comunidad internacional. No obstante, aún no es suficiente con lo que se ha logrado, gracias a la presión internacional del movimiento por la diversidad sexual, pues el reconocimiento aún es limitado al no contemplar a la población en su conjunto: Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, Travestis, Transgéneros, Intersexuales y Queers (comunidad LGBTTTIQ).
En esta sociedad aún conservadora, a causa de las tradiciones dominantes del sistema patriarcal, no es fácil ser hombre y ser homosexual, como no es fácil ser mujer y ser lesbiana o, no vayamos tan lejos, simplemente no es fácil ser mujer. No obstante, por razones específicas para abordar este testimonio, sólo me abocaré a exponer lo complejo que puede resultar ser un hombre homosexual en el mundo del supuesto varón heterosexual. Sin duda alguna resulta todo un reto ser un hombre gay en este mundo machista y patriarcal; el caso de México, por ejemplo. Pero por bastante complejo que sea estar en la condición de homosexual o de cualquier otra identidad de género, es un obstáculo que vale la pena cruzar y, en todos sentidos, desafiar.
Para efectos de la presente publicación, expondré el caso del escritor mexicano Carlos Monsiváis. Según declaraciones de Marta Lamas, “mucha gente del movimiento gay quería que Carlos hiciera una declaración pública sobre su orientación sexual, y Carlos siempre dijo que a las personas heterosexuales no les estaban pidiendo esa declaración. Entonces él decía que era una cosa de discriminación, tener que hacer público algo que nadie hacía público, (pero) que nunca escondió. El veía que no tenía porqué dar una explicación o hacer explícito algo”.
Carlos Monsiváis, prefería luchar desde otras trincheras. Al respecto, prefería conceptualizar algunos términos para poder hacerle justicia a la discriminación y a los crímenes de odio desatados contra las minorías sexuales. Él definió que la homofobia “es la movilización activa del prejuicio, la beligerancia que cancela derechos y niega con declaraciones lesivas y/o con actos la humanidad de los disidentes sexuales, fenómeno que no tiene que ver con el derecho a la antipatía, sino con el ejercicio de la intolerancia, del abuso de poder que le da a las opiniones características de zonas de exterminio.”
Si abordamos una definición más observamos que, desde el Estado la homofobia es un intento por penalizar la homosexualidad, perseguirla y erradicarla y/o hacerla invisible. Desde la ciencia, un intento por patologizarla. Desde la sociedad, una conducta de desconocimiento, señalización y reprobación.
Ahora bien, cuando Monsiváis se refiere a exterminio, también insiste en la adopción de otro término: crímenes de odio. Estos “se dirigen contra una persona o varias personas y lo que simbolizan, representan y encarnan, son en este sentido acciones de furia contra la especie. A los asesinatos de homosexuales, tan prodigados a lo largo del siglo XX y lo que va del siglo XXI, los distingue la extrema violencia, el número desproporcionado de golpes y puñaladas lanzados a la víctima y, de inmediato, a su cadáver. Al ocurrir el crimen, ni la policía, ni el Ministerio Público, ni las familias afectadas en muchísimas ocasiones, se consideran en rigor ante un delito grave, sino ante un suceso de reivindicación moral a fin de cuentas. La policía suele concluir: ‘Fue un crimen pasional de homosexuales’. Es un ‘crimen típico de homosexuales’, afirma la prensa y las autoridades policiacas en vez de señalar que es un ‘crimen típico contra homosexuales’.”
Según algunos testimonios escritos, uno de sus mejores amigos de Monsiváis siempre trataba de alentarlo a “salir del clóset”. Sin embargo, Monsiváis se incomodaba cuando éste lo intentaba persuadir de hacer pública su preferencia sexual con el fin de coadyuvar a que otras personas en su misma condición lo hicieran y así evitar posibles suicidios de quienes creen que no hay vida más allá de los 40 años. Algunas declaraciones que hacía a su amigo son las siguientes:
“¿Tú sabes porque no salgo del clóset?, porque si lo hago perdería credibilidad, porque no podría tener acceso a todos aquellos entre los que pretendo incidir para transformar esta atmósfera tan desafortunada”.
Su amigo respondía: “Yo le aseguraba que lo querrían igual pues su lugar estaba más que ganado. […] Después de ironizar al respecto, Carlos dijo que en todo caso tendría que declararse ‘gay’ porque ese era un término que habíamos ganado en las últimas décadas y para dejar atrás la patologización del mismo.”
Cuando Carlos Monsiváis falleció, las banderas de México, del orgullo Gay y de la UNAM cubrieron todo su féretro. Estos símbolos representan, sin duda alguna, “la armonía que él buscaba lograr para terminar con la discriminación y la homofobia, y para que los mexicanos entendamos que la homosexualidad es una realidad cotidiana y presente en nuestras familias. Su vida es sin duda el ejemplo claro de la potencialidad humana diversa y una clara invitación para que las nuevas generaciones salgan del clóset.”
Hoy se cumplen 26 años desde que la OMS dejó de considerar la homosexualidad una patología. Ahora nos toca reivindicar la despatologización de las identidades transgénero y transexuales. La sexualidad es una condición no una penitencia. Por el derecho a ser, por el derecho a sentir, por el derecho a amar: pongamos fin a la discriminación y a las agresiones LGBTTTfobas. Denunciemos las violencias patriarcales y resistamos para re-existir.”
Feliz, combativo y reivindicativo Día Internacional contra la #Homofobia y la LGBTTTIfobia.