Por: *Octavio Aristeo López.
Un séquito de 40 empleados, con un sueldo aproximado de 2.21 millones de pesos mensuales, hace la vida monárquica del presidente del Instituto Nacional Electoral; grupo de cortesanos elitistas y racistas, que no tienen sensibilidad ni respeto por los ciudadanos ni la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Se les puede acusar de actitudes discriminatorias, por la burla a los indígenas y de acoso sexual a varios de ellos con las empleadas del Instituto Nacional Electoral; el ganar sueldos estratosféricos se sienten dueños del Instituto Nacional Electoral.
El presidente del Instituto Nacional Electoral tiene una actitud de desprecio y desdén, a pesar de su alto nivel de estudios, con la gente de escasos recursos. Es un fruto podrido y racista.
Son gente sin interés real en el futuro de México. Solo buscan los cargos para hacer fortuna y gozar de privilegios monárquicos.
Sus empleados, son amigos, recomendados del amigo y parientes; son gente de confianza no de talento. La mediocridad está en medio de la violencia y la corrupción. Esto, es parte del despilfarro en la campaña electoral. Millones y millones de pesos son tirados al basurero, en dónde están depositados los frutos podridos y racistas.
Compran “especialistas” electorales, les pagan muy bien, para defender el sistema electoral en donde nacen frutos podridos y racistas. La sociedad mexicana está cansada, decepcionada, por ello su apatía al sistema electoral.
Incluso, los dirigentes de los partidos políticos están decepcionados del presidente del Instituto Nacional Electoral; se equivocaron y están avergonzados de su subalterno; este es un ejemplo del cómo se reparten posiciones en la estructura del Instituto Nacional Electoral.
Ahora, los dirigentes de los partidos políticos están cobrando los favores a sus vasallos consejeros electorales, que reproducen actitudes monárquicas de sus jefes; por ello, no aplican el reglamento electoral en sus puntos fundamentales democráticos y reciclan a la clase política gobernante corrupta y asesina, es el caso de Marcelo Ebrard.
Por consiguiente, la desigualdad existe; al existir la desigualdad lleva de la mano la discriminación e impunidad. Esta es una muestra del porqué el sistema protege a los ricos y la herencia es conservadora.
El fruto podrido y racista viene por herencia y privilegios; por lo mismo, no quiere ni busca el cambio. Está protegido por la ley a pesar de violentar la ley, y entre mayor riqueza posea será mayor la impunidad, es volver al pasado.
Afirma Ostrogorski “por una burocracia crecida en la arbitrariedad y la corrupción” (La democracia y los partidos políticos).
El ciudadano es egoísta, “sacrifica los intereses de la sociedad que le parecen lo más alejado de él y lo menos urgente”; entonces, tiene el gobierno que se merece; no tiene interés en los asuntos públicos mientras no le afecte, señala Montesquieu; ante una burocracia corrupta, ignorante y deshonesta, no le interesa este detalle mientras sobreviva; no tiene valor, se siente un Don nadie ante un vacío ciudadano.
El ciudadano vive desconfiado, temeroso, lleno de miedo, de inseguridad, porque no quiere ser libre, le tiene miedo a la libertad, prefiere ser esclavo que libre, prefiere ser amo y esclavo a la vez, y no sabe quién es, tiene ausencia de espíritu.
Recordemos, que existió esta ausencia de espíritu en 1976, José López Portillo ganó con el 92 % de los votos (176.5 millones), sin adversario alguno para la Presidencia de la República; el sistema electoral tuvo que abrirse 10 años después, así avanzar en la democratización del país, fue significativo los votos conseguidos por Valentín Campa, como candidato sin registro oficial.
Este puede ser el mensaje de un voto nulo masivo para democratizar a los partidos políticos y hacer a un lado los frutos podridos y racistas.
Por ahora, la ideología conservadora es la predominante que lleva a tener un gobierno totalitario escaso de valores democráticos y el pluralismo; son gobiernos cerrados.
De aquí que Moisei Ostrogorski en su libro La democracia y los partidos políticos, señale: “más vale morir luchando que vivir muriendo. Mientras tanto, los que mueren son las formas políticas y sociales anteriores a la democracia. Por ello, dejando que los muertos entierren a su muertos…levantaremos los muros de la libre ciudad democrática, abrigo supremo de la dignidad humana”.
Kant está presente al final del texto. Existe una rebelión silenciosa. Gracias, a los frutos podridos y racistas.
*Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México. [email protected]