Por Ernesto Funesto Mondragón
19 meses. 19 meses en los que esta pequeña y destartalada escuela no conoce lo que es la normalidad. No es que antes del 26 de septiembre de 2014 en la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” fuera todo paz, tranquilidad y felicidad. Pero la agresión que sufrió aquella noche la ha marcado para siempre. Y a pesar de que en últimas fechas, el gobierno ha implementado diversas obras, como la pavimentación del camino de entrada o la edificación de muros en sus linderos, el sentimiento de zozobra y rabia perdura.
Hoy fue un día especial. Las madres, los padres y familiares de los 43, junto con normalistas de las normales de San Marcos, Teteles, Panotla, Tamazulapan, Mactumactzá y, por supuesto, Ayotzinapa recibieron con todos los honores que su pobreza les permite al Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI). Fue un día de sentimientos encontrados.
Por un lado, en el tiempo que trabajó el GIEI en el país (1 año 1 mes), los padres depositaron toda su confianza en sus integrantes, así como en los miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Dicha confianza fue correspondida por el GIEI con 2 informes exhaustivos que demostraron, punto por punto, con argumentos científicos, que el estado mexicano no sólo ha mentido respecto al paradero de los 43 normalistas desaparecidos, sino que sistemáticamente ha entorpecido y viciado la investigación.
Ante la virtual expulsión del GIEI por parte del gobierno mexicano, las madres y padres de los 43 no pueden más que sentir desesperación, pues ven cómo su principal soporte de investigación y documentación es desarticulado. Sin embargo, ellos están contentos de poder despedirlos y demostrarles lo mucho que significó el trabajo que realizaron durante los últimos 13 meses.
Hoy se ven muchas caras conocidas: de los padres, de los familiares, de normalistas y defensores de derechos humanos, de simples solidarios. También están presentes Marissa Mendoza (viuda de Julio César Mondragón) y Sayuri Hernández, la abogada que lleva el caso. Los padres muestran su agradecimiento ante los pocos que los seguimos acompañando, a pesar de que Ayotzi está lejos, de que no hay tiempo, ni dinero; a pesar de que es peligroso, del cansancio o de que ya no está de moda. Su mirada refleja agradecimiento al ver llegar compas lo mismo de México, Chilpo o desde lo más profundo de La Montaña guerrerense.
El sol cae a plomo. Es casi mediodía. Una marcha parte desde el otro extremo de Tixtla, El Triángulo, le dicen. Tardan poco más de 50 minutos en atravesar la pequeña ciudad. En cuanto llegan a la entrada de la Normal, el GIEI ya los espera junto a un enjambre de medios, tanto libres como comerciales, locales, nacionales o internacionales. El sol es implacable.
Sin embargo el calor no impide la movilización, al contrario, el calor llama a la acción. De unas camionetas bajan Ángela Buitrago, Claudia Paz, Francisco Fox, Alejandro Valencia y Carlos Beristain. Los padres se apresuran a colocarles collares de flor de cempasúchil, un ancestral símbolo de reconocimiento, de honor y respeto que a pesar de haber sido mancillado por politiqueros electoreros y corruptos similares, hoy vuelve a transmitir honestos sentimientos.
La escuela quiere dar su mejor impresión al GIEI y les da recibimiento de gala, con la Banda de Guerra Halcones ejecutando una de sus mejores rutinas. Una vez instalados en la mesa de honor, Don Ciriaco Vázquez les da la bienvenida a nombre de los padres; Malboro, Secretario General de la Normal, hace lo propio. El joven normalista habla fuerte y claro: “gracias por destruir las mentiras del gobierno federal que nos querían entregar como verdad. Ustedes demostraron con pruebas todo lo que nosotros afirmamos desde un principio: que eran 5 autobuses, y no 3. Que hubo (policías) federales todo el tiempo. Con su trabajo alimentan nuestra esperanza.”
El primero en despedirse es Carlos Beristain (de origen español). La mirada fija en un punto. Ambas manos sosteniendo el micrófono: “Hace 18 años escribí un informe titulado Guatemala nunca más. Ahora bien podría ser Ayotzinapa nunca más.” Recalca que su prioridad siempre será con las víctimas. Externa su aprendizaje en esta aventura mexicana: “En el camino de la justicia, la verdad viene acompañada de la esperanza.”
Ángela Buitrago (colombiana) hace todo lo posible por evitar el llanto. A penas y lo logra. Les dice, cual dedicada profesora, cual madre visionaria: “estoy convencida de que los 43 eran el futuro de México, ustedes, los que quedan, los nuevos, son el futuro de México. No pierdan la esperanza. Me los llevo en el corazón.” Al finalizar, se vuelve a colocar unos grandes lentes para el sol. Quizá porque la luminosidad es demasiada; quizá para evitar que vean sus lágrimas.
“La primer víctima del caso Ayotzinapa fue la verdad”, sentencia lacónico Alejandro Valencia (colombiano). Les asegura tanto a padres como a normalistas que su salida del país no significa el fin de su interés por ellos: “saben que cuentan con nosotros”.
Claudia Paz (guatemalteca) recuerda que hace 13 meses, cuando llegaron a México, los padres depositaron toda su confianza en ellos: “la confianza es algo que se tiene que honrar”. Esperan que sus informes, su trabajo sea digno homenaje a dicha confianza. Se repite la promesa: “Nos vamos, pero en la medida de lo posible los acompañaremos”.
El último en despedirse es Francisco Cox (chileno). Rompe un poco el protocolo (si es que había alguno) e invita al escenario al resto del equipo. Suelta una pregunta al aire: “¿Por qué 12 personas pudieron hacer más que una Fiscalía entera, que una Procuraduría?” Y responde: “porque nosotros sí tuvimos voluntad. Voluntad para trabajar, para investigar, para descubrir la verdad. Los ojos del mundo están y estarán con Ayotzinapa hasta que se dé la verdad. No vamos a dejar que nadie en México se olvide del caso”, remata.
Llega el momento cumbre. El GIEI entrega el informe a cada padre y familiar de los desaparecidos. También a algunos normalistas. En el silencio se escuchan consignas: “Por la justicia y la verdad, los expertos se deben de quedar”, “GIEI sí, Peña no”, “Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Toman la palabra otra vez los padres. A Don Melitón Ortega le toca el turno:
“Agradecemos al GIEI por todo su trabajo. También agradecemos a todas las organizaciones presentes. Al Centro Prodh, a Tlachinollan, al Centro de Derechos Humanos ‘José María Morelos y Pavón’. Sobre todo agradecemos este día a los damnificados de la comunidad de Acatepec, región Montaña, por haber tomado su tiempo y acompañarnos. Sabemos que al venir, dejan de trabajar, pero lo hacen porque saben lo que es importante. Por eso hoy están aquí 350 personas que ayer también marcharon con nosotros.”
También les agradeció Don Mario González. Pero no lo hizo a su nombre, lo hizo a nombre de César Manuel González Hernández, su hijo, y de todos sus compañeros desaparecidos. A pesar de ser un hombre muy rudo cuando la ocasión lo necesita, Don Mario batalla por evitar que sus sollozos se desborden. El micrófono amplifica su lucha interna, de la cual todos los presentes son testigos.
Para sellar el agradecimiento los padres colman de regalos a los expertos. No son suntuosos, ni sofisticados, pero los miembros del GIEI los abrazan como si fueran tesoros. Les entregan a cada uno un reconocimiento enmarcado, a nombre del Comité de Padres de los Desaparecidos, dos botellas de amargo (mezcal) en botellas adornadas según la tradición de Guerrero, una bandera mexicana con firmas y mensajes de agradecimiento de los padres. Doña Hilda Hernández les regala servilletas que ella misma bordó. Malboro les entrega un reconocimiento grabado en vidrio a nombre de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México.
Para cerrar la despedida, los normalistas gritan al unísono: “¡26 de septiembre no se olvida, es de lucha combativa!” Cantando el himno Venceremos concluye esta emotiva despedida. La tristeza y la incertidumbre se desvelan en más de un rostro de los padres. Las mismas preguntas rondan en muchas mentes: “¿Y ahora qué? ¿Qué sigue? ¿Qué vamos a hacer?” Nadie sabe responderlas con exactitud. Empero, la mayoría tiene una idea: con la partida del GIEI no concluye la lucha por el verdadero paradero de los 43 normalistas. Esto apenas comienza.