Por: Alejandro Cardiel Sánchez.
Vivimos tiempos canallas.
La corrupción se ha adueñado de la vida pública del país.
Todos los actores políticos se han visto envueltos en escándalos o en situaciones que ponen en duda su “honorabilidad”.
Desde el presidente de la república, pasando por los secretarios de estado, gobernadores, presidentes municipales, delegados.
Menos sonados, pero igual con la sombra de sospecha sobre sus hombros por el sentido de sus resoluciones –contrarias muchas veces al interés del pueblo– y sentencias, se habla de corrupción entre los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Escandalosos como son sus sueldos y “prestaciones” millonarias.
¿Y qué decir de diputados y senadores?
Usando sus fueros (a veces sempiternos pues “chapulinean” en puestos estratégicos que los vuelve intocables) para no ser llamados a juicio en evidentes casos de corrupción o de tráfico de influencias.
Vivimos tiempos canallas donde la política se ha envilecido, y con ella sus principales actores.
Se dice que detrás de toda gran fortuna, existe, al menos; un crimen atroz.
Los robos al erario se cuentan en miles de millones de pesos.
¿A cuánto asciende el daño patrimonial cometido tan sólo por Javier Duarte en Veracruz?
¿De cuántos muertos y desaparecidos se habla tan sólo en esa entidad?
¿La corrupción podría ser una explicación a esa violencia que alcanza niveles de genocidio?
Vivimos tiempos canallas y situaciones que nos han envilecido como sociedad.
¿Hacia dónde voltear? ¿quién puede ofrecer una explicación viable a lo que nos sucede como nación? Y más allá de las explicaciones ¿quién ofrece una opción de solución?
Este domingo habrá elecciones en varios estados del país. La que sigue acaparando las miradas –por su supuesta importancia estratégica– es la del Estado de México.
Las campañas y los “debates” han sido de muchos ideales y pocas ideas por parte de la izquierda y completamente vacías por parte del candidato del PRI.
Una vez más, las izquierdas se presentan divididas a una elección, la derecha y el partido oficial unidos en un frente común tratando de mantener sus privilegios.
La candidata de MORENA –si bien, bastante adelantada– opacada por la figura de AMLO.
El candidato del PRI con el estigma de ser el nieto de su abuelo, el hijo de su padre y el primo de su primo. Un figurín aún más hueco que el presidente.
La izquierda crecida (por no decir inflada) la derecha disminuida (y esta sí, francamente desinflada) y en medio los electores completamente polarizados, los informados, e indiferentes los que piensan que ya no tienen nada más que perder.
Estas elecciones NO definirán el rumbo de las “presidenciales”, como muchos pretenden hacer creer.
Tampoco será el “tiro de gracia” para el PRI, como no lo fue en el año 2000 cuando Roberto Madrazo “perdió” las elecciones ante Vicente Fox.
El PRI seguirá –tal vez un poco disminuido– saludable, sea cual sea el resultado de esta elección. Y lo seguirá estando aunque perdiera las “presidenciales” del año entrante.
Los resultados de las elecciones de este domingo en el Estado de México se dirimirán en los tribunales (filopriistas).
Gracias a las nuevas tecnologías serán, sin lugar a dudas, las elecciones más vigiladas de los tiempos modernos.
Se podrá documentar de manera pormenorizada cualquier incidente durante la jornada.
Fotos, transmisiones en vivo vía Facebook, Twitter, Periscope, Whatsapp etc.
¿Los tribunales aceptarán estas evidencias como pruebas?
Difícilmente. No lo contemplan las leyes.
La izquierda deberá de presentar cualquier evidencia, por pequeña que sea, de forma ordenada con la esperanza de que pueda representar un testimonio y una constancia de lo que se pretenda comprobar.
¿Ya cuentan con protocolos para la recolección de datos? Lo dudo.
Se espera que haciendo uso de Whatsapp, se envíen fotos de las “sábanas” de resultados a las sedes de partidos. Es un buen inicio para tener tendencias antes de que empiece a fluir la información del PREP. Como un primer experimento, será un ejercicio interesante.
Desde mi perspectiva, estas elecciones si bien influirán en el ánimo rumbo al 2018, son intrascendentes para el plano nacional.
¿De qué sirve “ser gobierno” si los cambios que se requieren y necesitan deberán de ser aprobados por los congresos?
Es hora de voltear a ver a los congresos y en ellos a los eternos líderes de bancada como Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa en el plano federal.
Nada se aprueba (por ejemplo, el Presupuesto de Egresos) sin el consentimiento de estos personajes que hace mucho no se presentan a elecciones.
Se tiene que revisar de manera urgente la forma en que se elige a los plurinominales, tanto en los congresos locales como en lo federal.
Se requiere gente con los tamaños necesarios tanto en lo intelectual como en la negociación política para poder hacer frente a personajes como los mencionados “gambotrones”.
Mientras todo tenga que pasar por sus manos y mientras las bancadas voten, no en conciencia, sino como les indiquen sus coordinadores. Elecciones como las de este domingo no son más que un juego por obtener posiciones, en las que los resultados serán cuestionados de manera descarnada y se corre el riesgo de quedar muy mal.
Gane quien gane las elecciones de este domingo, se enfrentará a lo que se conoce como “ganarse la rifa del tigre”.
No basta con ser honestos (o aparentar serlo), se necesitará de profesionales y profesionistas que sepan hacer todo el trabajo que implica un puesto de esa magnitud.
Esperemos que cuando se elija a quienes estarán en los puestos clave, no se repartan por cuotas –incluidas las de género– sino entre personas de probada capacidad, sean estos hombres, mujeres o transexuales.
No echen las campanas al vuelo. No anticipen victorias. Ganar las elecciones es apenas el inicio de lo que viene.
No olviden que las elecciones las ganan, no los partidos, sino sus “maquinarias”.
Esto apenas empieza.