Postales de Ayotzinapa

Por: Ernesto Funesto M.

En los últimos días el tema Ayotzinapa ha acaparado titulares nacionales e internacionales. Se habla y se debate sobre el tema. A veces nos olvidamos que el meollo del asunto son personas, como nosotros, de carne y hueso. En la semana del 7 al 11 de noviembre conviví con ellas, compartí la tortilla y caminamos juntos. Estas son algunas de las lecciones y recuerdos que me dejaron.

San Luis Acatlán, Guerrero, 2014. Fotografía: Antonio Abuelo Miranda.
San Luis Acatlán, Guerrero, 2014.
Fotografía: Antonio Abuelo Miranda.

1
Nuevamente me dirijo a tierras guerrerenses. Nuevamente me integro a una caravana, de la que conozco la fecha de partida, mas no cuándo volveré (si es que vuelvo). Mientras ayudo a liberar una caseta antes de emprender el camino rumbo a Ayotzinapa, una señora detuvo un momento su auto y nos dijo: “Yo soy maestra de Guerrero, ¡ánimo muchachos, estamos con ustedes!” Sólo atiné a responderle con el puño izquierdo en alto, gesto que ella también imitó.

2
Mientras acomodábamos el acopio que llega por toneladas a la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, en un paquete de 1 kilo de arroz un niño había escrito su nombre y su grado, 4o B. También agregó una cara feliz y estas palabras: “todos somos Ayotzi”.

3
Un grupo de profesores de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), llegan y se solidarizan a título personal “porque el sindicato es peor que charro”. Inmediatamente comienzan a arremeter contra Rogelio Ortega, ex secretario general de la UAGro y actual gobernador interino de Guerrero: “es un bruto. Sólo es doctor porque se fue a hacer el posgrado a la Complutense de Madrid. Es tan cínico que lo admitió escribiendo un libro que se llama ¿Cómo hacer un doctorado en Madrid y ser feliz en el intento? Al darse cuenta de las burradas que escribió lo ordenó retirar de inmediato.”

4
Llegan los egresados de distintas generaciones, hoy profesores que laboran en todo el estado y varios puntos del país. Son cerca de 200, hacen asamblea que no dura mucho y donde prácticamente no hay ningún tipo de desacuerdo. El sentir es unánime: con Ayotzi hasta morir. No es de extrañarse, al fin y al cabo se trata de su alma mater. Concluyen su reunión con las típicas consignas normalistas: “¡Ayotzi vive, la lucha sigue!” o “¡A las normales rurales las quieren desaparecer, nosotros con lucha y sangre las vamos a defender!”. La piel se le enchina a uno: no es lo mismo oír esas consignas en jovencitos veinteañeros que en hombres hechos y derechos.

5
El Comité Ejecutivo Estudiantil determina: “vamos a Chilpo a una acción”; los padres los respaldan. Se apedrea por segunda vez la sede del gobierno de Guerrero. Un día antes, Murillo Karam, titular de la PGR, intentaba por enésima vez desarticular el movimiento, declarando que los 43 normalistas desaparecidos fueron asesinados. Nadie cree en su palabra. Su indolencia genera encabronamiento. Esta es la respuesta del movimiento. Si no entienden por las buenas, a ver si entienden por las “malas”. En las miradas furibundas de padres, normalistas y egresados se lee claramente la misma exigencia: JUSTICIA.

6
Se proyectan documentales en Ayozti. Al finalizar uno de ellos, se informa: “acaban de quemar la puerta mariana de Palacio Nacional. Han golpeado y detenido a varios compañeros. Estemos alerta y difundamos la información”. Todos quedamos impactados y la opinión era unánime: “que arda todo el maldito gobierno”.

7
Mi madre busca una silla libre. Al cabo de un rato la encuentra. Me indica a lo lejos otro asiento desocupado y me pide que lo traiga. Refunfuñando en broma, obedezco. Un viejo observa la escena. Le dice a mi madre: “Es su hijo, ¿verdad?”. Mi madre afirma y el señor esboza una apenas perceptible sonrisa en su rostro, aunque su mirada se nota triste, cansada, ausente.

8
Le pregunto al señor por su pueblo, me dice que es de Ticuí, municipio de Ayutla de los Libres. Me armo de valor y sólo como mera formalidad, para confirmar algo que ambos sabemos le pregunto: “¿Su hijo es uno de los desaparecidos?”; asiente en automático. Le pregunto cuál es su nombre, “se llama J”, me responde. Sólo atino a abrazarlo. Intento contener el llanto y mostrarme lo más tranquilo posible para no delatar la tormenta de emociones que revuelve mi estómago.

9
Seguimos platicando una hora con el señor. Nos comenta que su hijo quería ser guacho. Él lo convenció de lo contrario: “si te haces guacho te mandan a la sierra, si te haces pa’ maestro nada más trabajas 5 días a la semana y tienes 2 días para descansar”. J aceptó. Antes de partir a la Normal le dijo: “oiga, padre: deme una poca de tierra pa’ sembrar unos palitos de mango. Así cuando acabe la escuela, tengo algo para apoyarme.” Su padre, gustoso, aceptó.

10
“Si yo estuviera más nuevo, tal vez lo pensaría. Yo ya estoy viejo, no me importa nada. Si tengo que entregar mi vida para hallar a mi hijo, lo hago. Es mi obligación hacerlo, yo lo convencí de entrar aquí. Me siento culpable de haberlo convencido de estudiar pa’ maestro. Tanto esfuerzo, tanto trabajo ¿y todo para qué? Si no fuera por mí, él estaría seguro. No que ahora, yo estoy aquí y sus manguitos nadie los cuida.”

11
Intento darle ánimos. Le digo que no es su culpa, que es cierto que siempre a los pobres nos pasan las desgracias por eso, por ser pobres. Pero en este caso fue el gobierno; el gobierno es el único responsable. Asiente. Me dice que todos en el estado sabían que todos los gobernantes son narcos, pero nadie hizo nada. Le comento que tal vez lo que le diga no le devuelva a su hijo, pero le aseguro que voy a luchar hasta donde mis fuerzas me lo permitan para hacer justicia. Me toma de la mano y me dice: “cuídate, muchacho”.

12
Mi madre le dice: “cuando a los estudiantes nos balearon en Tlatelolco en el ’68, nosotros decíamos: llorar no sirve de nada…pero cómo ayuda”. Él le contesta: “tiene usted razón, pero yo ya me cansé de llorar. Ya no me sale nada.”

13
“Yo lo que digo es que nos dejen 10 minutos al Abarca y a su vieja, y verá cómo nos dicen dónde están nuestros hijos. Ellos lo saben bien, sólo se hacen pendejos y se cubren entre ellos mismos.”

14
Pasan a ofrecer café. El señor aprovecha y se despide. Nos da un fuerte apretón de manos a mi hermana y a mí. Su mirada sigue triste, cansada, ausente. Mi estómago sigue revuelto.

15
Me despierto a las 4:30 de la madrugada. La cita es a las 5. Me lavo la cara y paso a tomar un café. En ese momento en la cocina (parte de la cancha de basquetbol, destinada a preparar alimentos) sólo había padres. La señora que calentaba el café, pregunta: “¿Fulano también va a ir a la marcha?” Un señor, de huaraches, bigote tupido, sombrero de paja, machete al hombro y con esa picardía propia de la costa, le responde: “Ay doñita ¿cuál marcha? Las marchas ya se acabaron. ¡A partir de ahora es pura quema!” Todos soltamos la carcajada.

16
Me toca ir en el camión de los padres. Nuevamente me toca junto a un padre y tengo que concentrarme para no llorar. Podría llorar todos los días, menos hoy. Tal vez romper algunos cristales, lanzar algunas piedras no nos haga justicia. Pero allana el camino. Y para los padres y compañeros de los desaparecidos les sirve para hacer catarsis, para desahogar todo el coraje y frustración que durante más de 40 días les ha robado en incontables ocasiones el sueño, el hambre y sabrá dios qué más.

17
El señor me pregunta que de dónde soy, le digo que vengo de un pueblo al lado de México, que son como 4 o 5 horas de camino. Se impresiona. Me pregunta que si tengo algún familiar en la Normal. Le digo que no, que sólo estoy ahí porque me duele hasta el alma lo que le hicieron a los muchachos, que a mí sólo me trajo la simple solidaridad. Se le hace raro. Sonríe y me agradece. “No hay nada que agradecer, compa; es mi obligación”, le digo. Vuelve a sonreír y estrechamos fuertemente las manos.

18
Acabamos de pasar la caseta de La Venta, la entrada a Acapulco. Circulamos por el Viaducto Diamante cuando un convoy de 13 pick-up de la policía estatal nos rebasa. Todo el mundo se emboza: paliacates, pasamontañas, caretas, playeras. Todo es útil, no para ocultar el rostro como opinan algunos, sino para enarbolar toda la digna rabia que sentimos.

19
Se detiene la caravana. Todos estamos a la expectativa. Se abre la puerta y bajamos del autobús. Una voz ordena: “sólo hombres”. Las mujeres, por prudencia y más a fuerza que de ganas, regresan al camión. Los hombres avanzamos. Unos metros adelante hay un enfrentamiento cuerpo a cuerpo con la policía estatal. Llueven piedras y una que otra botella. Un compa grita: “¡Esto es la guerra, cabrones!”

20
Supuestamente la fuerza pública estaba “resguardando” un centro comercial llamado La Isla, a 3 km del aeropuerto, nuestro objetivo. En realidad estaban bloqueando nuestro paso. Un encapuchado les advierte: “¡quítense o los quitamos!” No se repliegan y comienza la escaramuza.

21
Una treintena de escudos, una decena de cascos, varios petos, hombreras, coderas, rodilleras y espinilleras sueltas, componen el botín de guerra que padres, normalistas y profesores obtienen. En uno de los escudos se alcanza a leer: “Policía comunitaria FECSM”. Nuestra moral está más elevada que nunca.

22
A unos 100 metros donde ocurrió el enfrentamiento está una valla de policías federales. Las profesoras de la Coordinadora Estatal de los Trabajadores de la Educación de Guerrero (CETEG), los instan a romper filas y a unirse al contingente: “no sean traidores a su clase, son hijos de campesinos. Ustedes no son el gobierno. Únanse a nosotros”. Los policías, entre los cuales hay varias mujeres, nos miran con temor: saben que estamos decididos y acaban de ser testigos de la paliza que les pusimos a sus colegas. Estos federales se ven raros: están gordos y chaparros. No lucen altos y fornidos como los que atacaron Atenco en 2006 o desalojaron el Zócalo del DF el año pasado. Se especula y algunos aseguran: son estatales disfrazados de federales. Algo es seguro: se notan titubeantes y nosotros engallados. La correlación de fuerzas está de nuestro lado.

23
Un padre grita por teléfono: “déjennos pasar, si sólo vamos a tomar el aeropuerto. A la plaza (comercial) no le vamos a hacer nada. Si no nos dejan pasar va a haber más golpes.”

24
Se acuerda con el subsecretario de gobernación, Luis Enrique Miranda Nava, que la toma del aeropuerto será “civil y pacífica”. Los federales se repliegan al estacionamiento de un Chedraui, cuyas entradas están tapiadas de pies a cabeza, cual si un huracán se aproximara.

25
Llegan los compas del Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la presa La Parota (CECOP). Alguien grita: “machetes al frente, escudos a un lado, padres en la vanguardia”. Los contingentes se organizan y nuestro pequeño pero aguerrido ejército comienza a avanzar por Boulevard de las Naciones. Las consignas son variadas: los de Ayotzinapa gritan: “26 de septiembre no se olvida, es de lucha combativa”; por allá los michoacanos gritan: “Ayotzi luchando, Tiripetío apoyando”; otro contingente dice: “De Chiapas a Guerrero, la patria es primero”; las normalistas de Cañada Honda, Aguascalientes, gritan a todo pulmón: “Adelante marxistas-leninistas, a un lado malditos reformistas”.

26
Llegando a la terminal una avanzada informó a las autoridades aeroportuarias de la acción: nadie entra, nadie sale. Se formó una línea de compas cercando el perímetro y comenzó el mitin.

27
Los primeros en tomar el micrófono fueron los padres. Uno dijo que la justicia no llegaría por el camino institucional. Otro reafirmó: “yo los invito a buscar a nuestros hijos por el monte, pero bien armados”. El último sentenció: “Ortega es un tonto y esta bomba le va a estallar”.

28
Compas del CECOP criticaron la forma en que detuvieron y tratan a Marco Antonio Suástegui. En cambio a Abarca ni siquiera lo esposaron. Los compas de la CETEG manifestaron su apoyo “incondicional” y “hasta las últimas consecuencias” con los normalistas de Ayotzinapa y los familiares de los desaparecidos. Asimismo, reafirmaron que el Movimiento Popular Guerrerense (MPG) está vivo y que van por la cabeza de Peña Nieto. El representante de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) anunció una nueva etapa de lucha y que seamos más inteligentes “porque esta lucha será larga”.

29
Fue un día nublado, lluvioso a ratos, pero siempre caluroso. Hoy, Acapulco, además de tropical fue subversivo. Los normalistas detectan unos camiones repartidores de Lala, Sabritas y Pepsi. Los detienen y reparten su contenido entre habitantes de la Unidad Habitacional Luis Donaldo Colosio, y el resto entre los participantes de la acción. Aunque los estudiantes piden a gritos que se formen, conforme se acercan a la puerta trasera del camión, las filas se rompen y la gente extiende, desesperada, las manos.

30
Recuerdo de inmediato la escena de la película de Fernando de Fuentes, Vámonos con Pancho Villa, cuando Fernando Soler, actuando como Pancho Villa, reparte maíz desde un carro de ferrocarril a un montón de sombreros y manos extendidas. ¿Será que realmente estamos viviendo una segunda revolución mexicana y no nos hemos dado cuenta?

31
A las 3 de la tarde se ordena levantar el bloqueo. Nos vamos satisfechos de conseguir nuestro objetivo: justo en el contexto cuando Peña Nieto se larga de gira al extranjero, logramos bloquear completamente las operaciones del principal aeropuerto de Guerrero, símbolo de los empresarios locales.

32
Varios gringos se enteraron de la problemática nacional, y algunos turistas mexicanos más bien se asustaron y huyeron despavoridos. Desde el día anterior, un equipo corresponsal surcoreano había llegado. Trabajan para la Korean Broadcasting System (KBS). Un profesor le pregunta a la traductora: “¿de dónde son?”; “Corea sur”, responde ella. “Híjole, que lástima, porque yo le voy a Corea del Norte”. Varios soltamos la carcajada y ella se retira sin entender bien a bien el humor costeño.

33
A eso de las 6 de la tarde regresamos a Ayotzinapa, nuestro querido bastión. Pasamos a cenar al comedor. El menú, a diferencia de días pasados, es básico (lo usual en la dieta normalista): frijoles, arroz y un poco de queso rayado. El postre se compone de café y galletas María. Después de una agotadora jornada de lucha, nos sabe a gloria. Un buen baño con agua fría y a descansar, para a la mañana siguiente estar preparados para otro día de lucha.

34
La Normal está hecha un hervidero. Muchachos corren arriba y abajo. Nadie sabe muy bien por qué. Alguien avisa: “los maestros están siendo reprimidos en Chilpo”. Todos contestamos al unísono: “hay que ir a apoyarlos”. Se pasa el mensaje, se corre la voz: “¡Vámonos a Chilpo!”

35
En el camino nos enteramos de los últimos sucesos: mientras el líder de las juventudes priístas en Huixquilucan, Estado de México, Luis Adrián Ramírez Ortíz, clama por un nuevo Gustavo Díaz Ordaz para “preservar la imagen como nación”, los profes del MPG atacaron las instalaciones del PRI local, dejando un claro mensaje: “aquí está tu Díaz Ordaz”. Al filo del mediodía los profesores se encontraron de frente con un cerco policíaco que les impedía el paso rumbo al centro de la Ciudad y la represión comenzó. Al menos 20 maestros lesionados y 2 detenidos fue el saldo del choque. Empero, la policía no se fue limpia. Se logra capturar al comandante y se le lleva al campamento que se mantiene afuera del ayuntamiento de Chilpo, desde el pasado 2 de octubre.

36
Por fin llegamos al PRI local y en cuanto ven nuestro autobús, los trabajadores del PRI y otros curiosos emprenden graciosa huída. Al notar que ya no había nada que hacer en ese sitio, nos trasladamos al campamento. Al llegar al zócalo guerrerense, todos, propios y extraños, nos miran con asombro.

37
El campamento es enorme: hay cerca de 20 camionetas tomadas a distintas instancias del gobierno: por aquí y por allá se leen los logotipos del INE, de Conagua, del DIF o Sedesol, por mencionar algunas. De la fachada de la carpa principal cuelgan varios cartones que los profesores seleccionan y amplían a mano en varias cartulinas. En el asta ondean gallardas cuatro banderas, de mayor a menor altura y tamaño son: una rojiblanca que dice: “Costa Chica presente”; un pabellón patrio con un moño negro y la leyenda: “Ayotzi vive”; un banderín negro con una gran estrella roja y finalmente una pequeña, blanca donde aún se lee: “‪#‎YoSoy132‬”.

38
Caminando en el campamento logro escuchar conversaciones aisladas como esta: “Ortega es un pendejo. En vez de tomarse fotos pa’l feis debería estar buscando a los muchachos” Un profesor contesta: “hasta crees, ese cabrón dijo que primero renunciaba antes que reprimir. Con (lo de) hoy van tres veces en menos de un mes.” (La primera fue el primer día de su gestión, cuando Casa Guerrero estaba plagada de estatales que apedrearon el contingente de profesores. La segunda, el lunes 10 cuando su policía quiso impedir el avance de los contingentes que se dirigían a bloquear el aeropuerto)

39
Nos anuncian que en una hora aproximadamente (son las 2 de la tarde) llegará a Guerrero Miguel Ángel Osorio Chiong a “dialogar” con los padres de familia. La alerta roja se mantiene y debemos retornar a Ayotzi. Continúa fluyendo la información: el vocero de la presidencia anuncia que “se ha cumplido a cabalidad con todos los puntos del pliego petitorio presentado por los padres. Por lo que no hay razón para más manifestaciones y menos, para hechos vandálicos”. A todos nos parece que se está anunciando nueva y más dura represión.

40
En los últimos días la normal ha albergado multitud de huéspedes. Desde estudiantes universitarios hasta campesinos. Y sobre todo, normalistas. Se escuchan acentos norteños, del bajío, de occidente, de la costa, del sur, yucatecos. Entre tanta diversidad de acentos, modismos e idiomas (muchos normalistas y padres son biligües) nos logramos entender.

41
En el comedor se logra convivir y conversar con multitud de personas, principalmente normalistas. He logrado platicar con varios de ellos. Todos coinciden: lo del 26 y 27 de septiembre no fue al azar ni una provocación, fue un ataque directo y frontal contra el normalismo rural y contra la FECSM. Osorio cerró El Mexe, como gobernador de Hidalgo, hoy quiere cerrar Ayotzinapa, como secretario de gobernación.

42
Les pregunto “¿Por qué Ayotzinapa?” Todos responden, palabras más, palabras menos, exactamente lo mismo: Ayotzinapa es nuestra hermana mayor, ha demostrado históricamente ser la Normal más combativa. Si Ayozti cae, vamos a quedar en el total desamparo. Si logran cerrar Ayotzinapa van a lograr cerrar todas las Normales Rurales. Por eso defenderemos esta Normal, con la vida si es necesario.

43
Dejo temporalmente Ayotzi, con su portón negro, flanqueado por un par de sendas tortugas, y su barda que da la bienvenida al visitante solidario con el siguiente mensaje: “Ayotzinapa: Cuna de la conciencia social”. Esta entrada, que en las noches se ilumina con 3 antorchas y es resguardada por compañeros de la Policía Comunitaria adscrita a la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias, (CRAC-PC) es el acceso, no a una escuela, sino a un nuevo mundo. En Ayotzinapa no se está forjando un movimiento estudiantil, magisterial o popular. En Ayotzinapa se está gestando la vida nueva. De aquí me voy, con la certeza de que muy pronto he de volver. Y tal vez, la próxima vez que regrese, de aquí ya no me vaya.

Leave a Reply