Por: Sandra Martínez.
Los casos de las jóvenes agredidas sexualmente en Veracruz demuestran cómo la violencia e impunidad hacia las mujeres continúa. Todas en alguna ocasión hemos enfrentado un tipo de agresión, y hoy es momento de hermanarnos, alzar la voz, trabajar juntas y decirles a todos que “si tocan a una, respondemos todas”.
A la de edad de 12 años viví lo que sería mi primer acoso sexual. Caminaba por calles cercanas a mi hogar, de regreso de la tienda, cuando un taxi se acercó a mí y me preguntó una dirección, yo se la expliqué, pero noté algo extraño. El hombre en cuestión insistía que no entendía, y yo le decía todo otra vez. Pensé que estaba enfermo, imaginé que tenía una especie de enfermedad porque le temblaba la mano; mi ingenuidad primaba. Cuando advertí que se estaba masturbando, apenas y pude caminar. Me impresionó muchísimo ver algo así. Al día de hoy me mantengo alerta de cualquier coche que pueda pasar al lado mío, y si me preguntan una dirección, me paso de largo.
Una mañana en la que me dirigía a la preparatoria, yo tenía 14 años en aquella época, tomé el metro de la Ciudad de México como de costumbre. Estaba a punto de entrar al vagón, cuando de pronto sentí una fuerte nalgada; entré seguida del hombre que me había golpeado de esa forma. Yo estaba atónita, con un fuerte miedo que sólo me dejó sentarme. Frente a mí estaba aquel sujeto, sentado con las piernas abiertas, riéndose mientras me observaba. Todos los que estaban adentro fueron testigos de lo que me hizo, y cómo me veía. Nadie hizo nada. Me bajé en la estación siguiente.
Puedo enumerar más situaciones en las que viví el acoso sexual en las calles, en las que me quedé callada por un miedo que paraliza, que no te deja actuar; puedo continuar escribiendo sobre las veces que comencé a contestarle a los hombres, que los evidencié frente a todos porque me manosearon, como dicen, porque me violentaron sexualmente porque esos “manoseos” son violencia sexual. Puedo llenar páginas donde les hable sobre las miradas y palabras lascivas que he recibido de hombres; de proposiciones sexuales que me han dicho desconocidos en las calles. De la vez que un hombre me dijo: “Sé dónde vives”. Sin embargo, hoy y mañana y pasado mañana y todas las veces que sean necesarias quiero decir que la violencia hacia las mujeres debe parar, que el acoso, abuso y violación sexual deben ser juzgados y condenados como lo que son: un delito.
“El mes de la mujer”, marzo, ha sido un periodo donde las denuncias, las voces de mujeres agredidas y violadas callaron los discursos de avance en materia de género; los aplausos de que cada vez las mujeres estamos “más empoderadas”, que ahora con institutos especializados estamos mejor, fueron opacados por la realidad: las mujeres vivimos una vulnerabilidad en todos los espacios, y cuando se ha denunciado, la respuesta es la impunidad.
Es del conocimiento de la mayoría los casos de las compañeras menores de edad de Veracruz, quienes no sólo sufrieron una violación sexual, sino que ahora también viven la impunidad porque sus agresores siguen libres, ya que son hijos de empresarios y de funcionarios públicos; además, hay que sumarle toda la estigmatización en redes sociales, pues se les culpabiliza de lo sucedido. Ante ello, Daphne Fernández, víctima de uno de estos delitos, increpa: “Sí he tomado, sí he salido de fiesta, sí he usado faldas cortas, como la gran mayoría, por no decir que todas las niñas de mi edad, ¿por eso me van a juzgar?, ¿por eso me lo merecía?, ¿por eso pasó lo que pasó?, ¿por andar de noche con mis amigas?”.
Después de todos los agravios que vivimos a diario se nos culpa y responsabiliza. Ahora resulta que nosotras somos quienes han provocado toda la violencia sexual, que exageramos, inventamos y que debemos evitar horarios, lugares y cambiar nuestra forma de vestir para que no nos suceda ninguna agresión. De modo que nosotras hemos errado y, por tanto, merecemos lo que tenemos, pero hoy vengo a decirles que no, que esta ciudad y este país es nuestro tanto como de los otros, y vamos a habitarlo, tenemos el mismo derecho de caminar y vivir libremente igual que todos, y no permitiremos más violencia.
Los casos de las jóvenes de Veracruz, y el de la periodista Andrea, muestran que si denuncias, recibirás una acusación social. Ante ello, respondemos: “Si tocan a una, respondemos todas”, porque no estamos solas, y no dejaremos que las agresiones y la impunidad continúen. Todas nos debemos sentir agraviadas por lo que enfrenta Daphne, Karen, Andrea y muchas más compañeras, y ante la emergencia necesitamos organización y hermanarnos, pues este hecho está enraizado en una sociedad misógina y machista.
Por todo ello, el día 24 de abril del 2016 se ha convocado a la población mexicana a manifestarse en las calles por la violencia vivida hacia las mujeres. El punto de reunión será el Monumento a la Madre de la Ciudad de México a las 12:30 horas. La historia nos ha enseñado que la organización y lucha es posible, que la desigualdad no es un destino inevitable y que los cambios pueden y son una realidad. Por nuestras antecesoras, por nosotras, por las niñas, por las generaciones venideras y por quienes ya no están.