Por: Herminia Hernández.
Durante casi todo el sexenio, el gobierno de Manuel Velasco toleró la protesta social, permitió tomas de palacio, de la torre Chiapas, de alcaldías, de casetas de peaje, etcétera. Según se dice, la tolerancia tenía que ver con el guajiro sueño de alcanzar, a temprana edad, la presidencia de la república; hoy en la cuenta regresiva del sexenio, el sueño se esfuma y la tolerancia se acaba.
En esta acción contra las reformas estructurales, pudo verse como el gobierno federal le amarró las manos a Velasco y tomó el control de la situación. Policías Federales con órdenes de no permitir el bloqueo atacaron a los manifestantes después de la primera hora de haber cerrado el paso al tránsito vehicular. La estrategia magisterial era bloquear “pacíficamente” las entradas de las principales ciudades en siete puntos del estado, sin embargo desde el día anterior, por redes sociales, empezaron a circular fotos de la llegada de la PF (Policía Federal), esto puso en alerta al gremio; la toma no sería pacífica.
La primera refriega se extendió hasta por una hora, logrando que el magisterio se replegara hasta el hospital de las culturas; ahí permaneció con la idea de que la policía no atacaría en un área donde, además de los manifestantes, se concentra la población que tiene familiares internados en dicho nosocomio. La sorpresa fue mayúscula al ver que, sin importar la presencia de la población civil, la policía continuó arrojando bombas de gas lacrimógeno.
Los propios trabajadores del hospital manifestaban su descontento y sorpresa ante tal violación de los derechos de la población que no estaba en calidad de manifestante. Con esperanza algunas maestras comentaron: “ya no tardan las organizaciones”, “vienen a apoyarnos”. Pero, una vez más quedó en claro que las organizaciones sociales en el estado están “muy verdes, mas verdes que nunca” y no precisamente por falta de madurez.
En otro intento de la policía por terminar de disolver la manifestación, avanzaron hasta la puerta del costado del panteón, al tiempo que los manifestantes se replegaban hasta frente de la clínica del ISSSTE, donde la ciudadanía se solidarizó con el gremio ofreciendo su casa, agua embotellada y cubrebocas.
En este hermanamiento de gremio magisterial y pueblo, una de las familias solidarias sufrió los efectos de la agresión. Una de las bombas de gas cayó al interior del domicilio, que sin ventilación provocó la intoxicación de una menor, quien estuvo a punto de la asfixia, mientras que los propios maestros daban primeros auxilios y la trasladaban a la clínica del ISSSTE.
En esta acción pudo verse a un gremio unificado contra un enemigo común, las bases movilizadas sin cuestionar corrientes, sin preguntarse si era nivel preescolar, indígena o técnicas, ahí todos eran uno. Sentimientos encontrados, miedo, ira, coraje, todo combinado contra la acción policíaca hacían que maestras entraran en franco vocabulario soez, a micrófono abierto.
Queda, ante el recrudecimiento de las acciones del gobierno federal, pensar en mejores estrategias, inteligentes, ya que los docentes no son ni están preparados para repeler una agresión de tipo policíaco-militar, para lo que si están hechos es para establecer relaciones y alianzas con la población a través de las asambleas de padre. Pero alianzas en serio, de compromiso permanente y no sólo de coyuntura, eso podría dar oxígeno al movimiento, sin estar esperanzados a las “organizaciones sociales” que al menos por estos rumbos están muy verdes.