La Banda Presidencial

Por Alejandro Cardiel Sánchez.

“Comprendí, que estábamos al borde de un tiempo nuevo y que ese tiempo, exigía hombres nuevos”, Jorge Luis Borges.

Desde tiempos ancestrales, los mexicanos tenemos una historia llena de símbolos, insignias, emblemas, alegorías, imágenes, signos y códices.

¿Qué si no, son el Águila posada en un nopal devorando a la Serpiente? ¿O monolitos como Tláloc y la Coyolxauhqui? ¿Qué decir del “astronauta” que engalana los restos mortales de K’inich Janahb’ Pakal en Palenque, Chiapas? ¿El Conejo de la Luna o la leyenda del Popocatépetl y el Iztaccihuatl?

Somos un país lleno de Historia, historias y leyendas. También -antes como ahora- somos un país que sigue sin abandonar el pensamiento mágico y el sincretismo, que nos obsequia imágenes como las de los Chinelos de Tepoztlan Morelos, que mezclan colores, máscaras de “moros”, motivos prehispánicos e imágenes cristianas en sus trajes típicos; sin más orden que el que deciden los artesanos que los elaboran.

Fotograma del video: Chinelos en la feria de Tepetlixpa 2018 "Banda el Mexicano".
Fotograma del video: Chinelos en la feria de Tepetlixpa 2018 “Banda el Mexicano”.
Foto retomada de Matador Network.
Foto retomada de Matador Network.

Al interior de todo ese simbolismo, los que “otorgan poder” a su poseedor ocupan un lugar muy especial en nuestra cultura. ¿Cómo si no, se explica la obsesión por “la silla del águila”? ¿Cómo olvidar a Carranza robándose “La Silla” en su huida a Veracruz? ¿o a Eufemio Zapata (hermano de Emiliano) buscando La Silla para quemarla? ¿Cómo debemos de entender la icónica imagen de Casasola tomada el 6 de diciembre de 1914 de Villa sentado en la falsa silla del águila?

Imagen retomada de Fundación Centro Histórico.
Imagen retomada de Fundación Centro Histórico.

En toda esa vorágine y torrente de imágenes, luces y sombras, surgen comentarios que “atentan” contra los símbolos ya establecidos. Basta recordar a Juan de Dios Castro diciendo que la bandera nacional, además del verde, blanco y rojo, contenía también el color azul [1], (en obvia referencia al color de su partido, el PAN). Fue reconvenido por su propio partido y al poco tiempo ofreció una disculpa.

Lugar especial ocupan los “bastones de mando” (No voy a entrar en discusiones sobre la psicología fálica de dichos bastones, dejo eso a los psicólogos freudianos o a cualquier otro estudioso del tema) que se entregan a los líderes que visitan ciertas comunidades. Así, por ejemplo, en las elecciones presidenciales anteriores, vimos a Andrés Manuel López Obrador en Culiacán, Sinaloa, recibiendo dicho bastón en un ritual “Yoreme”. Caso similar se dio en La Yesca, Nayarit, donde los huicholes le dieron dicho reconocimiento. Basta efectuar una búsqueda rápida en internet para enterarse que a lo largo de sus recorridos ha admitido esa distinción en más de 25 comunidades.

AMLO, recibiendo el bastón de mando. Foto: EL DEBATE.
AMLO, recibiendo el bastón de mando. Foto: EL DEBATE.

Caso similar fue el de José Antonio Meade quien, en el 2018, dentro de los trabajos de su fallida campaña presidencial, fue ungido como líder tanto por la comunidad Chamula, como por los huicholes.

Foto: PRI Oficial México.
Foto: PRI Oficial México.

Anaya, por su parte, obtuvo el bastón de mando en Tlaxcala (¿?) de parte de “todas las comunidades de ese estado”, según lo dicho por su equipo de comunicación. Lo cierto es que nunca quedó muy claro a qué etnia pertenecía el personaje que efectuó dicha entrega. También trascendió que el ex candidato, además de ese bastón de mando, cuenta con “protecciones” realizadas por santeros puertorriqueños y dominicanos.

Imagen retomada de Código Tlaxcala.
Imagen retomada de Código Tlaxcala.

Nunca tuve noticias de que Margarita Zavala o Jaime Rodríguez recibieran en algún momento dicha distinción.

La costumbre de entregar Bastones de Mando parece estar muy arraigada sobre todo en los países latinoamericanos. Jamás he visto una ceremonia similar con algún candidato o presidente europeo (excepción hecha de España), asiático o de la anglósfera.

Mención especial merecen las Bandas Presidenciales. En ellas se deposita de manera simbólica el Poder y el Mando. Es una costumbre que adoptan muchos países. Nuevamente encabezan la costumbre los países latinos y nuevamente desprecian la insignia los países de la anglósfera.

Imagen retomada de Regeneración.
Imagen retomada de Regeneración.

En México, hasta junio de 2010 los presidentes portaban la Banda Presidencial con el color rojo en la extrema izquierda, el blanco al centro y el verde en la extrema derecha. No es sino hasta el 23 de junio de ese año que se modifica la Ley Sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales (sic)[2], que la Banda lleva el rojo en la parte superior. Conforme al artículo 35 de dicho ordenamiento, el presidente deberá de portarla:

  1. En la transmisión del Poder Ejecutivo Federal;
  2. Al rendir anualmente su informe ante el Congreso de la Unión;
  3. En la conmemoración del Grito de Dolores, la noche del 15 de septiembre, y
  4. Al recibir las cartas credenciales de los embajadores y ministros acreditados ante el Gobierno Mexicano.

La transmisión de la Banda Presidencial cada inicio de sexenio, además de la representación de Poder que implica, es una ceremonia llena de rituales y simbolismos. Desde mi perspectiva, el más importante es que no pasa de las manos de un presidente al otro de forma directa, sino que tiene que pasar antes por las manos del presidente del Congreso de la Unión en pleno. Es un gesto que parece insignificante, pero que reviste una importante personificación del “pueblo” que es, en esencia, quien entrega el Poder a su próximo gobernante.

No puedo pasar por alto el momento en que, el todavía presidente, Enrique Peña Nieto casi deja caer la Banda Presidencial previo a una ceremonia cuasi oficial[3]. Por fortuna –para él, y para todos- evitó que la Banda cayera totalmente al piso.

El próximo 1 de diciembre, la Banda cambiará nuevamente de manos. Por primera ocasión, tal vez desde Lázaro Cárdenas, esta llegará a manos de un presidente nacionalista electo por una abrumadora mayoría.

La escena –que personalmente nunca imaginé posible- aún me parece lejana, sin embargo, completamente palpable. ¿Cuántas veces discutí con propios y extraños sobre esa posibilidad? Hoy, es un hecho que ese destino se cumplirá. “La tercera es la vencida”, reza la máxima.

¿Qué tipo de gobierno nos espera? Sin lugar a dudas, uno que encontrará muchos obstáculos por parte de los grupos reaccionarios que verán amenazados sus privilegios. Vienen años de trabajo duro y que –por fortuna- darán mucho material para el análisis histórico y prospectivo.

Por lo que hace al Congreso, en lo personal espero que se desenvuelvan con cordura, inteligencia y buen juicio. Pareciera ser que siguen sin entender que tienen una mayoría abrumadora y que es en este momento, durante esta y la siguiente legislatura que deberán demostrar que son los mejores hombres y mujeres para trabajar por el país. Tienen que dejar en claro que cuentan con la experiencia, la pericia, la instrucción y el tino para legislar por el bien de los gobernados.

México votó por un cambio profundo y para bien. Todos los funcionarios deberán trabajar con orden, con austeridad y con corrección. También con gran paciencia y sentido histórico, de manera disciplinada, con ímpetu y empuje.

Vienen tiempos por demás interesantes.

Ya se ganó la elección.

Ahora, sólo falta ver a Peña Nieto entregando la Banda Presidencial a Porfirio Muñoz Ledo y éste a su vez entregándola a Andrés Manuel López Obrador. El 1 de diciembre se acerca.

PD. Rechazo de manera tajante todo tipo de violencia. Especialmente la que se presentó estos días en las inmediaciones y al interior de Ciudad Universitaria por grupos de choque de oscura filiación y procedencia.

FUERA PORROS DE LA UNAM


[1] http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/213_110518.pdf

[2] https://www.youtube.com/watch?v=BF8dpdf0vi8

[3] http://archivo.eluniversal.com.mx/notas/220131.html

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