El 26 de noviembre del presente año, el conductor de UBER, Octavio Antonio, intentó secuestrar a Katsuko Nakamura, una joven que saltó del auto para salvar su vida. Desde Políticas Media abrazamos solidariamente a todas las mujeres que han sido víctimas de la violencia de género y a continuación compartimos el relato de Nakamura.
El día de ayer salí del lugar donde trabajo, eran las 10 de la noche y estaba cansada por lo que decidí tomar un UBER, caminar hacia el metro entre calles poco alumbradas y sin ningún transeúnte me parecía peligroso. Mi novio me lo pidió desde su celular, siempre tenemos códigos de seguridad cuando tomo un viaje sola. Pero ayer todo cambió.
Al subirme a la unidad corroboré que la foto coincidiera con el chofer, me senté atrás del conductor (porque así es más difícil cualquier tipo de ataque), revisé que la puerta no estuviera bloqueada y me percaté que la ventana sí lo estaba y noté que traía puestos unos guantes de piel. Una de las primeras frases que me dijo fue: ¿Ya a descansar? A lo que contesté casi sin ganas que sí, ¿Siempre sales tan tarde? Le dije NO firmemente. Me preguntó ¿Por qué tan solita? Y él mismo respondió: Ya no vas a estarlo. Me di cuenta que traía puestos unos guantes de látex, ya no los de piel. De pronto, en lugar de irse por la lateral de Churubusco para tomar Eje Central, avanzó a gran velocidad sobre esa Avenida, iba muy rápido, le marqué a mi novio y escuchó cómo le gritaba desesperadamente al conductor que me bajara ahí, a lo que él hizo caso omiso y solamente aceleró. Yo estaba pensando aventarme del auto, aunque me atropellaran, y si no podía escapar planeaba quitar el respaldo del auto para usarlo como arma. A pesar del miedo no me paralicé. Fue entonces cuando un coche se le atravesó y el conductor dio un frenón, ahí fue cuando vi la oportunidad de saltar, sin pensarlo comencé a correr entre calles para encontrar gente y estar a salvo.
Estaba confundida, aterrada, muy encabronada. Por eso escribo estas líneas como primera forma de denuncia. Para mí fue sencillo pensar qué hacer en lugar de quedar inmóvil, temí por mi vida en todo momento, pero sabía que solamente dependía de mí salvarme. El acoso cotidiano en las calles y en el transporte público me ha servido de entrenamiento, cada vez he enfrentado a mis agresores con más rabia, desde que tenía 12 años he sabido lo que es estar en peligro constante en una ciudad como la nuestra, he tomado medidas de seguridad, he aprendido a estar alerta en todo momento.
Este mensaje también es para todas las mujeres que quiero y las que viven como yo la incertidumbre de volver vivas a casa, las que a diario usan rutas más peligrosas para llegar a la escuela o su centro de trabajo porque no tienen alternativas para transportarse, sepan que enfrentarse a una situación así puede llenarnos de terror y el miedo puede paralizarnos, pero cuando se sientan en riesgo no duden en actuar de inmediato, si intuyen que algo no está bien no se cuestionen hagan lo que esté en sus manos para mantenerse a salvo. Cuando me di cuenta que quizás era demasiado tarde pensé en mi hermana y mi mamá. Me dije ESTO NO ME PUEDE PASAR A MI, no moriré de esta manera. Estoy viviendo el mejor momento de mi vida y nadie me lo va a quitar.
Mi caso no es aislado, se enmarca dentro de una problemática estructural y una violencia muy particular hacia las mujeres que nos está aniquilando sistemáticamente y contra la que ya no podemos seguir callando. Y ¿saben qué? Tampoco podemos rendirnos y ser víctimas del miedo, es urgente tener medidas de seguridad cada vez más eficaces, como también lo es transformar nuestras condiciones de existencia, por eso no dejaremos de salir a las calles, de hacernos de todos los espacios de la vida pública porque todos y cada uno de ellos nos pertenecen. Vivas nos queremos.
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